SUSSY Y SUS HISTORIAS 3 EL FLECHAZO III
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CAMBIOS
Sussy inició la conversación una vez sentados a la mesa y ordenados un té para ella y un café para él.
-Es de sabios cambiar de opinión, ¿cierto?
Aguantó la respiración mientras esperaba su respuesta.
-Sí, así es – Jaime estaba intrigado, cuando finalmente se animó a invitarla a salir de nuevo, Sussy le había dicho que quería hablar con él de algo importante. La miraba expectante, pero por lo que empezó a decir comenzó a pensar que iba a ser algo malo.
-Y yo soy sabia – sonrisa tímida.
-Sí – ni lo dudó, hubiera sido algo contra él si no hubiera contestado de inmediato afirmativamente ¿a dónde quería llegar Sussy?
-Bueno pues he cambiado de opinión – lo miró atenta a su reacción.
Como cualquier hombre cuando una mujer se anda por las ramas, Jaime no tenía ni idea de a qué se refería Sussy, contestó precavidamente.
– ¿Y? ¿en qué has cambiado de opinión?
-¿Recuerdas que te dije que lo nuestro, si lo hubiera, tendría que ser una relación abierta?
¡Ah! ¡era eso!, la cosa prometía, pero se hizo el indiferente.
-Sí, lo recuerdo – ¡Cómo si hubiera podido olvidarlo! Pero no quería que ella se enterara de aquella noche sin dormir, antes de hacer como si nada hubiera pasado, antes de volverla a invitar a salir, a tomar un inocente café en una cafetería retirada de la oficina y ahí estaban con esta medio rara conversación.
Sussy tragó saliva, le asomaron unas lagrimitas a los ojos, respiró profundo y lo dijo:
– Pues retiro lo dicho.
¡Qué alivio para Jaime!, pero quiso que ella lo dijera todo.
-Explícate por favor.
-Que no quiero que la relación sea abierta. Quiero algo de verdad, que sea algo serio.
-Yo siempre lo he visto así –fue sincero, a medias, sí lo había sacado de sus cabales que ella le dijera que podrían salir con otras personas, pero ella no vio su reacción, así que podía fingir indiferencia y seguridad. Por otro lado, Jaime sabía lo que ella sentía hacia él y se había estado debatiendo entre esperar los acontecimientos o invitar a otras, cualquier muchacha de Cuentas por Pagar hubiera estado más que feliz de salir con él, pero, por lo mismo, por los sentimientos de Sussy y los propios, se había abstenido. También supo que a ella la habían invitado algunos de sus “amigos” (con esos amigos ¿quién necesita enemigos?) y que ella no había aceptado.
Sussy respiró aliviada, pensaba que… no, la verdad no había pensado nada respecto a la respuesta de su amor, ni siquiera pudo imaginarse que él le dijera que lo dicho, dicho y a lo hecho pecho, y tampoco había pensado qué hacer sí el le aceptaba ese cambio de opinión.
Le sonrió –Gracias, es que…
-No tienes por qué justificar nada – Puso su mano sobre la de ella y la oprimió ligeramente, en señal de cariño.
-Pero es que yo… –no sabía si decirle la verdad, que alguien la había herido mucho y que había sentido miedo, pero él de una manera muy madura y serena no había querido que ella expusiera sus razones.
-No es necesaria ninguna justificación. Así está bien, todo bien y disfrutemos de tu té y mi café. Ahora no te vi pasar más que una vez…
Ella completamente aliviada porque él había reaccionado tan bien le respondió y continuaron por unos minutos la plática intrascendente en el café. Pronto él le volvió a tomar la mano, puso sus dedos en la palma de la mano de Sussy, pero ahora con intención en el roce y en la mirada; ella sintió un escalofrío bajando por toda la espalda.
-¿Nos vamos? -dijo él sin soltarle la mano.
-Sí, vámonos – rápidamente tomó su bolso y revisó su maquillaje mientras les traían la cuenta
En el auto siguieron platicando nimiedades, pero cuando ya casi llegaban a la casa de Sussy, Jaime le puso la mano en la rodilla y preguntó.
-¿Hay alguna callecita solitaria por aquí cerca?
A ella se le había cortado la respiración al sentir su mano cálida en la pierna, parte en la falda, parte en la media, donde sus dedos se deslizaron levemente, de forma apenas perceptible, pero ella se estremecía al contacto, muchas cosas pasaron por su mente y por su cuerpo, que reaccionó ante ese roce tan sensual y erótico, casi inocente.
Recuperó la voz -si te pasas dos cuadras, podemos ir a la calle de atrás, es hermosa, con muchos árboles, pero semi oscura y casi nadie pasa a estas horas. Su respiración la delataba, deseaba ir y gozar con sus besos y caricias.
Jaime, con su sonrisa y mirada pícara, le dijo.
-Es lo que queremos ¿verdad? – la miró esperando una respuesta, ella recargó la cabeza en su hombro sonriendo y percibiendo que el toque de esos dedos ya no era tan leve…
***
Desde entonces salían una o dos veces a la semana, en ocasiones iban al cine, donde era la eterna lucha de él por acariciarla más y ella deteniéndolo con mucho esfuerzo, porque hubiera querido dejarlo hacer todo lo que él quería, todo, todo. Pero no, no debía, lo deseaba pero se detenía.
Otras veces iban a una cafetería con servicio de “drive in” y ahí Jaime se ponía más cariñoso y apasionado, en momentos culminantes ya se atrevía a pedirle ir a algún lado donde estuvieran solos, por ejemplo su casa, y pudieran amarse como lo estaban deseando.
Increíblemente así pasó un año, sin que sucediera nada de lo que ambos deseaban.
En una ocasión fueron a su drive in favorito, ella pidió una naranjada y cuando estaban en los besos, abrazos y ella tratando de detenerle las manos, él hizo un movimiento que tiró el vaso de naranjada que estaba sobre la tapa de la guantera; estaba casi lleno y cayó sobre la falda de Sussy, Jaime se apenó mucho y empezó a querer secarle la falda, ella también trataba de hacerlo con los kleenex que quedaban en la caja semi vacía.
Entre disculpas y risas Jaime rozó su muslo, ambos se detuvieron, se quedaron como petrificados por las sensaciones que los invadieron… un segundo después explotó la pasión, ella dejó de detenerle las manos permitió que la acariciara como él había deseado desde que la vio la primera vez y ella desde que sus miradas se cruzaron.
El ya no preguntó, tocó el claxon para pagar, y en cuanto se fue el mesero, arrancó,
Sussy no dijo nada, no hubiera podido, su respiración no se lo permitía.
Esa tarde, en la casa de Jaime, se amaron como lo habían deseado tanto tiempo, con pasión, amor, ternura, con todo lo que tenían, con todas sus emociones, sentimientos, sensaciones, fue algo único para ambos, finalmente poder expresar su amor estallando en toda su magnitud…
Sussy estaba exhausta y relajada, con los ojos cerrados, Jaime le dijo al oído.
-Te amo.
-Yo también te amo- contestó apenas en un susurro.
-Pero no quiero que tu madrina se enoje demasiado, ya son las 10.
Ella se levantó como resorte.
-¡Vámonos!
***
Se amaban cada semana, andaban en las nubes, eran la comidilla de la oficina, pero no les importaba, eran felices ¿y qué?
Sussy sólo tenía una confidente, su única amiga, Danielle, otra chica a la que las demás no soportaban, tenía una cara preciosa y un cuerpo muy bien formado, aunque estaba bastante pasadita de peso, los muchachos de la oficina le decían «la podrida», porque «se pasaba de buena».
Sólo a ella podía contarle lo que pasaba con Jaime, sabía que Danielle era muy «persignada», muy católica, por eso no le contaba detalles de cuando iba a la casa de Jaime, tampoco le decía eso, supuestamente sólo iban al cine o a tomar café.
El único inconveniente de su relación con Jaime, por llamarlo de algún modo, era que sólo se veían en la semana, a veces sí, sólo a tomar un café o a platicar a Chapultepec y al menos una vez a la semana a su departamento, pero Jaime se iba cada sábado a su casa en Guanajuato; por otro lado a ella le hubiera sido difícil (pero no imposible) salir los sábados, su madrina era muy estricta, y el domingo tenía que ir con ella a visitar a sus tíos, así que lo tomaba con calma, ninguno de los dos podía ver al otro los fines de semana, pero en la semana se desquitaban, se amaban locamente.
Sólo hubo una vez que a ella le dolió mucho que él no se quedara un sábado, cuando ella hizo una fiesta por su cumpleaños, especialmente para bailar toda la noche con él, pero Jaime le dijo que esa noche era el baile de blanco y negro del Club de Leones y no podía faltar. Sussy no lo entendió, no lo aceptó, se enojó, pero el lunes él fue tan dulce y cariñoso, que se lo perdonó.
Danielle tenía sus sospechas, pero no quería desilusionar s Sussy, por lo que no comentaba nada.
Así pasó otro año.
Pero llegó el aciago día, el que ella debía haber esperado, pero nunca pensó que sucedería.
Un lunes Jaime no llegó, toda la mañana ella estuvo angustiada pensando qué le habría pasado.
Finalmente llegó Jaime, entró en su cubículo, muy serio y, sin saludarla, sólo dijo.
-¿Puedo hablar con el Sr. H?
Ella parpadeó y preguntó con la angustia casi cerrándole la garganta.
-¿Qué te pasó?
Él sólo movió la cabeza de un lado a otro, como negando, sus ojos se veían húmedos.
-Luego te digo, puedo hablar con tu Jefe?
Ella llamó al Sr . H. por el intercomunicador y le preguntó si podía recibir a Jaime, él dijo que sí y ella con la mano le indicó que podía pasar.
Jaime no cerró la puerta a propósito, para que ella oyera y no tenérselo que decir a la cara.
Su papá tuvo un infarto el fin de semana y Jaime tenía que encargarse de la empresa familiar, y había ido a renunciar. Intercambiaron frases comunes y finalmente él salió. Con el jefe en la oficina abierta, no podía expresar lo que sentía, sólo la miró intensamente, movió la cabeza negando y le dijo.
-Me voy, ésta es la despedida.
Dio media vuelta y
desapareció de la vista
y de la vida de Sussy, así no más
.
.
.
Continuará.
CDMX Septiembre de 2016
© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, todos los derechos reservados.
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Imágenes tomadas de internet.
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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.
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