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«EL DIA DE LAS MADRES» CUENTO (La Desgracia de Ser Mujer 4)

© condiciones al final

«EL DÍA DE LAS MADRES»

CUENTO

No soy Pablo Neruda, pero…

«Puedo escribir los (…) cuentos más tristes esta noche.

Escribir por ejemplo: la noche está muy bella y (…) …¡me lleva la tristeza!

No, eso no es Neruda, tampoco es de una mujer decente, que además es esposa y madre, pero… es cierto.

Tengo tanto qué dar a los demás… y no doy nada.

Tengo tanto qué hacer por los demás… y no hago nada.

Tengo tanto qué sufrir, ¡y sufro!… ¿y sabes qué es lo peor de todo?, que, (con excepción de algunas feministas), todo el mundo me dice:

-¿Pero, qué te hace falta?

-¡Tú tienes todo!

-¡Muchas mujeres quisieran tener una marido como el tuyo!

-¡Cuántas quisieran unos hijos como los tuyos!

– A ti “hasta lo que no comes te hace daño” (esto me lo dicen porque me duele la situación de la mayoría de las mujeres en el mundo).

-No tienes preocupaciones económicas, tienes sirvienta, él te da todo lo que quieres…!

-Etc., etc., etc.

(Maldito etc.)

¿Y lo que tengo que aguantar?: sus parrandas, sus amantes, sus desprecios… ¿eso no cuenta?

¿Y, porque yo lo tengo «todo» (eso dicen mis «amigas»), creen que no me duele lo que no tiene la mayoría de las mujeres?

¿Aquéllas que tienen que trabajar como mulas de carga para que luego todos digan que «las mujeres no sirven para nada?

¿Y los hijos que tienen que traer al mundo sin desearlos y después tienen que aguantar, educar y mantener, porque el marido o ya se fue o no trabaja?

¿Y las violaciones que sufren por parte de sus propios maridos, amantes, parientes, jefes o desconocidos?

¿Y ese AMOR -con mayúsculas- que no pueden dar a nadie, porque nadie lo quiere ni entiende?

¿Y esa sensualidad que ningún pinche macho sabe, ni quiere, ni puede despertar? y que se muere dentro de la mujer sin haber florecido?

¡Qué triste es ser mujer!, ¡siempre eres menos!, te educan para ser menos, para servir, para sufrir, para callar, para parir, para que te humillen; pero, ¡eso sí!, un día al año (si tienes la suerte de ser madre), eres «reina por un día» y te regalan algo para que les trabajes mejor.

Pero cuando quieres acercarte a tus hijos, oírlos, conocerlos, aconsejarlos, ¿qué te dicen?:

-¡Ay, mamá, tú no entiendes nada!

Y te quedas con toda la carga de amor que quieres darles y, ¿qué haces con ella?, ¿la tiras?, ¿dónde?.  No, querida madre, la conviertes en amargura y te la tragas, como te tragas las parrandas, las borracheras y los golpes de tu marido; como te tragas que tenga amantes; como te tragas sus:

-Perdí la chamba, a ver qué haces para comer», etc., etc., etc.

Dime, mujer, ¿sabes quién eres?, ¿qué eres?

Yo te lo voy a decir:

Eres el ser más desvalido de la tierra, el más menospreciado,

El que todo lo da y nada recibe, bueno… eso no es verdad, sí recibes algo, recibes golpes, recibes reproches, recibes humillaciones y desprecios y, si eres madre (y tienes suerte), ¡recibes una licuadora el 10 de Mayo!

***

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

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© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Puebla, Pue, 1986. Puedes copiar y publicar este artículo, siempre y cuando no lo uses con fines comerciales, no lo modifiques, no quites el © ni este último párrafo que le sigue, enlaces incluidos.

CAPÍTULO III, DADO DE ALTA

Viene de Capítulo II, SCORPIO, EL TAROT Y SUS PREDICCIONES

Seguíamos mal en nuestro matrimonio, ya no era como antes, ya no había armonía; ya no salíamos a comer o cenar varias veces a la semana; yo me dediqué a escribir una novela que me tenía obsesionada, me levantaba directo a la máquina de escribir, la ventaja es que tenía yo quien hiciera todo en la casa, ella, ese ángel que me ayudaba, me llevaba el desayuno al escritorio donde me pasaba todo el día escribiendo, me molestaba que me interrumpiera para preguntarme qué hacía de comer; mi hijo adolescente comía en la casa, con un amigo suyo que teníamos casi viviendo con nosotros como “invitado” y yo a veces ni comía, por escribir y escribir. Tenía yo la mesa llena de libros abiertos, donde buscaba datos para la novela, el escritorio igual, no había espacio casi ni para la pila de hojas que sacaba yo, una tras otra.

Sólo en la noche, a la hora que pasaban en la televisión una serie que nos gustaba a Juan Gerardo, mi hijo, y a mí, es que merendábamos juntos, platicábamos un poco y él se iba a escuchar su música a su “baticueva” como llamaba a su recámara.

Mi marido llegaba totalmente bebido como a las 3 ó 4 de la mañana, cuando yo aún estaba escribiendo, casi no hablábamos, si yo podía evitarlo y se iba a dormir la borrachera a la recámara de los huéspedes, porque hacía tiempo que no dormíamos juntos.

En tiempos pasados ambos nos mostrábamos lo que escribíamos y nos hacíamos sugerencias o críticas constructivas, pero como estaban las cosas, esta novela no se la mostraba, aunque sabía que en las mañanas leía lo que había yo escrito el día anterior, pero no me la podía criticar (constructiva o destructivamente), porque yo no se la enseñaba. Eso generaba más tensión entre nosotros.

Cuando ya estaba a punto de terminar la novela y se acercaba la fecha límite para el envío a un concurso, llegó el día de nuestro aniversario, cayó en domingo y como todo buen matrimonio que se respete, Gerardo y yo salimos a comer, ambos pensando que no iba a ser una experiencia grata, pero teníamos que pasar por ella, afortunadamente nos equivocamos, ya que volvimos a ser como antes, platicamos muy a gusto de temas que nos interesaban a los dos y al salir, voltee a verlo y dije:

-Me la pasé muy bien, como antes, muchas gracias.

-Yo también me la pasé muy a gusto, ¿te parece que hagamos las paces?

-Por mí encantada ¿vamos a oír mariachis?

Fuimos y yo estaba muy contenta (ese día sí me tomé algunas copas) y con mucho ambiente en el bar de mariachis al que fuimos. Algunas parejas bailaban en su lugar y yo quise hacerlo también, pero él no quiso,

-Ven, vamos a bailar.

-No, no tengo ganas.

-Anda, ven, vamos a divertirnos.

-Ya te dije que no, mejor siéntate y tranquilízate.

¡Bonito anticlímax! Ya que nos habíamos contentado, pero en fin, me senté con cara de aburrimiento y enojo al mismo tiempo y en 5 minutos le dije.

-Para que estés así, mejor vámonos.

Finalmente acabamos enojados de nuevo y al llegar a la casa cada quién tomó su camino y así acabó nuestro festejo de aniversario, medio bien, medio mal, de todos modos, ya se había roto el hielo, el resultado al día siguiente, fue que estuvimos más cordiales.

El lunes siguiente desayunamos juntos y él aprovechó para decirme:

-Hoy voy a ir al cardiólogo para un nuevo chequeo, creo que todo va bien.

– Me da gusto, ¿a qué hora vas?

-Temprano, porque en la tarde tengo dos juntas.

-¿Me avisas lo que te diga?

-Claro, te llamo.

-Gracias –le di un beso de despedida, porque ya iba saliendo para la oficina, y yo me fui rápidamente a seguir escribiendo mi novela, la que ese día iba a terminar, al fin, y la iba a enviar a un concurso, la fecha límite era ese mismo día a las 5 pm.

-Por cierto, necesito algunas fotocopias ¿me las puedes sacar en la oficina?

No le gustó mucho la idea, me di cuenta.

-No, pero dámelas y mando al chofer a que las saque en alguna papelería, sé que la tienes que mandar hoy y estás atrasada.

Le sonreí –Sí, algo atrasada y me quitaría tiempo ir a la papelería a sacarlas – le di las hojas que necesitaban ser fotocopiadas. Necesito 4 copias de cada una-aprovechó para darme otro beso en la mejilla y las guardó en su portafolios.

Dos horas más tarde, él mismo me las llevó, no el chofer, y me ayudó a separarlas, como estaba yo hincada en el piso con las 4 pilas de hojas a mi alrededor, se rio y preguntó.

-¿Y ahora qué vendes?

-Jajaja, papeles, ¿cuántos quieres?

Se sentó en el suelo a ayudarme a hacer los 4 tantos que necesitaba, 3 para enviar al concurso, 1 para quedarme con él. Terminamos y me preguntó si quería que la llevara el chofer, que lo estaba esperando afuera.

-Gracias, pero no. Quiero vivir la emoción de llevarla –vi el reloj- jajaja a última hora, , nerviosa, viviendo el momento de que me den el comprobante minutos antes de la hora límite. Voy a engargolar las copias, meterlas al sobre y llevarlas a Estafeta, apenas tengo tiempo.

Él sonrió y me dijo –Buena suerte.

Envié la novela apenas a tiempo, a las 4:50 pm., mi hijo me acompañó y me quedé con ganas de celebrar haberla terminado y mandado, así que, desde un teléfono público, llamé a Gerardo, pensando que ya no sería aguafiestas.

-Listo, ya la envié, tengo ganas de celebrar ¿vamos a bailar?

Silencio al fin roto por unas palabras que no me gustaron –No, disculpa, hoy no tengo ganas.

-Tú nunca tienes ganas, está bien. Nos vemos en la noche – pensé que seguramente de nuevo iba a llegar tarde y borracho – Por cierto, no me has dicho lo que te dijo el doctor Matsumoto (un cardiólogo, recomendado por Armando, nuestro médico de cabecera).

-Me dio de alta hoy.

-¿De alta? – me extrañó que en una enfermedad cardiaca dieran de alta a un paciente que no estaba en el hospital, pero bueno ¿qué sabía yo de esas cosas?

-Ok, qué bien, bueno, nos vemos en la noche.

Llegó temprano y se acostó, yo seguía con ganas de celebrar y él me fallaba como cuando estudié mi carrera, ya casados, y quería yo celebrar haber pasado un examen difícil, nunca contaba yo con él y esta vez tampoco, pero ahora tenía yo un as en la manga, mi hijo adolescente.

-Juan Gerardo, me acompañarías a celebrar la terminación y envío de la novela?

-¡Claro mamá! Por supuesto, ¿quieres ir a bailar?

-Esa pregunta ni se pregunta, vamos a la casa para arreglarme – y diciendo y haciendo, con una última mirada a la sucursal de Estafeta donde había enviado mi novela, entramos al auto y nos dirigimos a casa.

Gerardo llegó temprano ¡milagro!, pero no me iba a echar a perder la celebración, ya casi estaba yo arreglada.

-¿Entonces, no quieres ir? Voy a ir con Juan Gerardo.

-No, diviértanse, a ver quién cansa a quién.

-Creo que todavía puedo cansar a un jovencito, jajaja – Recordé los tiempos en que cansaba yo a más de una pareja de baile, era yo incansable.

Resultó que mi hijo me heredó, ninguno se cansó, hasta que empezaron a parpadear las luces, indicando que ya iban a cerrar, salimos y fuimos a cenar a un Vip’s. Estábamos muy contentos, con la adrenalina hasta arriba. Cuando llegamos Gerardo ya había apagado la luz, no quise despertarlo.

Al día siguiente me levanté tarde y no lo vi cuando se fue. Pero a medio día me llamó.

-Mañana van a venir mi sobrina Denise con mi hermana y mi cuñado, porque van a recoger un auto en la agencia, como conozco al dueño, le conseguí buen precio, por eso vinieron acá a comprarlo.

-Ah, qué bien ¿van a venir a comer a la casa?

-No, se quieren regresar temprano, pero te voy a pedir un favor.

-Dime.

-¿Por qué no aprovechan tú y Juan (nunca le decía el nombre completo) y se van con ellos a la Ciudad de México a buscarle departamento al chamaco? Como se va a ir a estudiar allá, necesita dónde quedarse, pero no confío que él elija algo conveniente ¿lo acompañarías?

-¡Claro! ¿por qué no me lo pidió él?

-Tal vez preferiría ir solo, pero no creo que sea lo mejor, por eso si se van con mi hermana y familia, hay pretexto de que vayas tú también.

-Está bien ¿él ya lo sabe?

-Va a venir al rato y se lo voy a decir.

-Ok, mañana iremos a México.

Ese viaje…

Continúa en el Capítulo IV Era yo Feliz.

 

Ciudad de México, Siglo XXI

 

***

© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Puedes copiar y publicar este artículo, siempre y cuando incluyas el enlace al artículo, no lo uses con fines comerciales, no lo modifiques, no quites el © ni este último párrafo que le sigue, enlaces incluidos.

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Imágenes tomadas de internet y Pinterest.

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

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CAPÍTULO II SCORPIO, EL TAROT Y SUS PREDICCIONES

 Viene de:

https://serunserdeluz.wordpress.com/2017/03/11/capitulo-1-el-seguro/

En las tres etapas en las que trabaje como secretaria eventual en Man Power, cuando me enviaban a una nueva empresa, siempre me preguntaba si conocería a alguien importante en mi vida futura.

Al entrar a Pol (nueva empresa multinacional con un ambiente laboral muy diferente al usual de las grandes compañías), como de costumbre, no fui muy bien aceptada por las otras secretarias, en esta vez era por lo opuesto, ya que ellas eran de más “alto nivel”, pues eran empleadas de planta y yo sólo era “eventual”; sin embargo, en mi primer día me invitaron a que las acompañara a comer, cosa que agradecí, porque no había muchas opciones, resultó que todos los días iban al Vip’s y ahí tuve que ir con ellas.

En la plática, salió un tal Scorpio y todas ellas se deshacían en alabanzas a su precisión, tanto hablaban de él, que tuve que preguntar y resultó que era un lector de tarot muy acertado, al que veían con frecuencia y el viernes anterior habían ido a consultarlo.

-Es que no creerías lo acertado que es.

-Seguramente no lo creería, porque soy escéptica.

-Mira, mi hermana también lo era, hasta que lo consultó. De veras, es increíble.

-¿Literalmente? – me di cuenta de que no iba a ganar amistades si seguía yo en ese plan, así, que bajé un poco mi tono – Bueno, díganme en qué ha acertado, al menos tener esa referencia.

-Mira a Mary le dijo que se iba a casar en 3 meses, cuando ni siquiera habían hablado de eso con su novio y luego sí, por razones que no vienen al caso, hicieron planes de casarse a los 3 meses de la consulta; luego en la siguiente vez que fuimos, cuando ya todo estaba listo para la boda, le dijo que se iban a arrepentir y tal cual, se pelearon y cancelaron la boda, nuevamente fue a verlo y le dijo que sí se iba a casar ¡y se casó!

.Y así muchas otras cosas, viajes, cambios en el trabajo, ¡todo!

-Hummm, pues tendría que verlo para creerlo.

-Escéptica tenemos – Era Marta la que hablaba, a leguas se veía que yo no le era simpática.

-Digamos que sí, pero con mente abierta, si veo pruebas fehacientes, lo creo.

-Pues no tenemos por qué probarte nada – de nuevo Marta, con tono despectivo.

Mary, la del matrimonio indeciso, me defendió – Pues a mí sí me gustaría que lo comprobaras, la próxima vez que vayamos, te invito para que veas que sí te adivina todo.

-Me parece muy bien –contesté tratando de hacer las paces, luego ellas siguieron comentando lo último que les había dicho Scorpio. Elucubrando “cuándo” iba a pasar, no si iba a pasar, lo que escuche me pareció muy incoherente dadas las condiciones del momento que yo sabía de ellas, pero como en realidad las acababa de conocer, no tenía yo la información suficiente como para juzgar.

Pasó el tiempo y yo seguía trabajando en la misma empresa, se llegó el día en que iban a consultar a Scorpio y me invitaron.

Desde que me vio entrar a la habitación en que consultaba en privado a cada quien, me dijo.

-Has sufrido mucho, tu mamá murió cuando eras pequeña, tuviste una adolescencia muy difícil, con tu madrastra, pero cambiaste tu destino ¿cierto?

Me dejó pasmada, puesto que ninguna de las otras secretarias me conocía, ni había yo hecho amistad como para contarles esas cosas de mi vida. Todo eso lo adivinó y siguió por el mismo camino, me dijo otras cosas que sólo yo sabía. Ya roto el hielo del escepticismo, empezó a decirme el futuro.

-Un jefe de la compañía te va a ayudar en buen plan, sólo por ayudarte, es un hombre de pelo cano, va a darte el trabajo de planta.

El escepticismo volvió a mí. Puesto que el único canoso de la empresa era el Director General y a él era obvio que no le era yo simpática, siempre que podía me excluía, era casi tirria la que me tenía.

-Jajaja, eso sí que no te lo creo.

-Como gustes, pero cuando ocurra, vienes y me lo cuentas ¿ok?

Y ¡pasó! El Director de la planta se apellidaba Whitehead (cabeza blanca = canoso) y por angas o mangas, de rebote, me consiguió el contrato como empleada, con contrato firmado por tiempo indefinido, sólo por considerarme buena empleada y para el puesto de su secretaria, sin más nada. Así que Scorpio tuvo razón.

Por supuesto fui a ver a Scorpio y a decirle que me retractaba y sí había pasado lo que él había dicho, sólo se rió y me dijo otras cosas igualmente extrañas, que se cumplieron.

Me hice tan adicta a sus lecturas que le organizaba sesiones en mi casa, con mis amistades de otras partes, por supuesto, también era yo su consentida.

Años después, en una sesión se puso muy serio y me dijo.

-Entre 5 y 8 años adelante, vas a quedarte viuda.

-Ya estaba yo casada y me afectó lo que me dijo, porque ya sabía que lo que decía, pasaba, aunque a veces yo podía hacerlo más leve o cambiarlo, como cuando me dijo que iba yo a tener un accidente de auto, no grave y estuve días pensando en que eso no me iba a pasar, y le sucedió a las dos chicas que me daban “aventón” cuando salíamos al mismo tiempo; a veces me iba con una a veces con la otra, y tuvieron un accidente automovilístico en días en que casi me iba a ir con una de ellas, pero por una llamada o algo fortuito, me fui con la otra, el caso es que ambas tuvieron percances, pero cuando yo no iba con ellas. Salvándome por “casualidad”, más bien “causalidad”, porque yo ya lo sabía y así lo había querido y pedido.

Dos años más tarde Scorpio volvió al tema de mi viudez.

-Vas a quedarte viuda entre 3 y 6 años en el futuro, va a estar muy feo, él alcoholizado, en carretera…ahí va a quedar, instantáneo.

Esas predicciones me dejaban muy mal por mucho tiempo y lo único que podía hacer era pensar que no iba a ocurrir así.

Una tercera vez me volvió a decir lo mismo.

-Entre 1 y 3 años…

Para ese entonces vivíamos en la Ciudad de México y él trabajaba en la misma, no salía a carretera y eso me tranquilizaba; no sabía si cuando ocurriera lo vaticinado por Scorpio yo iba a ir con él y lo más importante, si iba a ir mi hijo, pero Scorpio no me daba más datos.

Ocurrió el terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México y después de eso, nos mudamos a otra ciudad cercana.

Gerardo a veces viajaba a la Ciudad de México por razones de trabajo y regresaba tarde en la noche, bebido y manejando él. A mí me ponía mal que lo hiciera, pero él no aceptaba quedarse allá y regresar hasta el día siguiente. Yo seguía orando para que no le sucediera nada.

-Por favor, no bebas o no manejes en carretera.

-No pasa nada.

A veces estaba tentada a decirle lo que había predicho Scorpio, pero como se reía de mí por creer en esas “mafufadas”, hubiera sido peor si se lo dijera, así que me quedaba yo sola con mi angustia, además de que ya había perdido contacto con Scorpio, que también se fue a vivir a otra parte.

En una ocasión, yendo los tres en carretera, de paseo, un camión que se nos adelantó, nos lanzó una piedrita que hizo un agujero en el parabrisas, Gerardo perdió el control, el auto hizo zigzag, hasta que pudo detenerlo.

Yo me puse histérica y me enfermé del estómago, cuando al regreso fui a ver a nuestro médico y le conté lo sucedido, Armando me dijo.

-No lo dudo, eres muy sensible, por una parte y por otra, tienes el miedo de que ocurra un accidente automovilístico en que tu marido fallezca

-¿Lo sabes?

-Tú me lo dijiste en una de las primeras consultas ¿no te acuerdas?

-No, la verdad, no lo recordaba.

Me dio los chochitos para aliviar mi mal estomacal y mi vida siguió su curso.

Pasaron 2 años, yo casi no recordaba lo que me había dicho Scorpio, salvo cuando Gerardo iba a México y ahora, en ocasión de pagar el seguro, que pude haber aumentado, pero me pareció que eso quizá hubiera llamado a la mala suerte, por eso no lo hice.

Volví a orar todos los días, rogando por que no le ocurriera nada a Gerardo en carretera, manejando tomado.

Y no le ocurrió…

No iba manejando,

quizá no estaba tomado, pero…

Continúa en

https://serunserdeluz.wordpress.com/2017/03/20/capitulo-iii-dado-de-alta/

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Ciudad de México, Siglo XXI

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CAPÍTULO 1 EL SEGURO

Viene de:

https://serunserdeluz.wordpress.com/2017/03/10/autobiografia-capitulo-prohibido/

 

Todo lo que ocurrió en estos capítulos de mi vida fue antes de las PC’s, de internet, los teléfonos celulares y toda la parafernalia que los acompaña. De haber existido los celulares e internet, la historia hubiera sido muy distinta…

Como recordarás, de mi Autobiografía, que supongo ya habrás leído (y si no, ¿qué esperas?), cuando decidí retractarme de aquello de “si no puedes contra ellos ¡úneteles!” (en cuanto a beber con mi alcohólico esposo) y en las ocasiones en que salíamos juntos (varias veces a la semana) ya no bebía con él, mi matrimonio empezó con problemas, pues antes tenía un “equilibrio” desequilibrado, pero balanceado al fin (él bebiendo, yo enferma; me curé, pero él siguió bebiendo) y yo lo rompí, como consecuencia, él siempre estaba de malas, nada le parecía, todo lo criticaba, en fin, ya no había la armonía de antes y, a instancias mías, dejamos de salir a comer y a cenar solos, así como asistir a cenas de matrimonios, no tenía caso, estar como cualquier otra pareja de casados: peleando y discutiendo por todo, o mirando al horizonte, sin comunicarnos entre nosotros, sólo masticando y tragando la comida.

Estábamos en esa situación cuando un día me preguntó por qué había hecho yo un gasto en mi tarjeta de crédito, que pagaba yo con mis ingresos.

-¿Y tú, por qué abres mi correspondencia?

-¿Estamos casados, no?

-Ahh, sí, claro – No dije nada más, porque eso me daba la oportunidad que yo quería, de abrir sus estados de cuenta y cuando llegaron, abrí el de la cuenta corriente, vi una transferencia de una cantidad muy grande y me llamó la atención, tanto, que cuando llegó a comer lo encaré:

-¿En qué gastaste tanto? –dije señalando la cantidad en su Estado de Cuenta.

-¿Y tú, por qué andas abriendo mi correspondencia?

Contesté con sorna

-¿Estamos casados, no?

Se tuvo que tragar el coraje.

– Le presté a Arturo, recordarás que él nos prestó para completar el costo de la casa cuando la compramos…

-Si – interrumpí –lo recuerdo perfectamente, pero eso ya se lo pagamos.

-Claro, hace meses, pero ahora él necesitó esa misma cantidad y como podía prestársela, lo hice.

-¿Y qué paso con lo de que esa cuenta es “nuestra”? ¿por qué no me consultaste?

-Porque no – y siguió revisando el borrador de su nueva novela, dando por terminada la plática.

Como 20 años de casada me había dado la suficiente experiencia para saber que cuando uno no quiere, dos no pelean, ya no insistí, sólo pregunté.

-¿Y le pediste recibo? –yo sabía que no, sólo quería que me lo confirmara.

-Ya sabes que yo confío en la gente.

Ya ni caso tenía seguir alegando, eso ya lo sabía, que a pesar de tantos trinquetes y fraudes en su contra, mi marido nunca pedía recibos cuando él daba un dinero. Eso nunca me lo expliqué, pero “genio y figura…”

Por esa misma razón, dos meses antes le había sugerido que yo llevara las cuentas y pagos de la casa, porque él tenía muchas cosas que hacer y en ese momento, yo no estaba haciendo nada en particular, ya no iba a clases a la universidad, ni a la Casa de la Cultura, entre él y el médico de la familia me habían convencido de que dejara de vender máquinas de oficina, escribía algún cuentito de vez en cuando, pero me aburría soberanamente; llevar los pagos y las cuentas me daría algo en qué entretenerme.

Llegaron los siguientes Estados de Cuenta, había que pagar luz, teléfono, agua, las tarjetas de crédito y el trimestre del seguro de vida. De la cuenta conjunta, de donde se pagaba todo eso, después de cubrir los gastos fijos, sólo quedaba lo suficiente para pagar el seguro o el total de la tarjeta de crédito (como siempre hacíamos) y un poco más, pero no lo suficiente para ambos pagos.

En el desayuno le comenté a Gerardo.

-Ya pagué todo, pero sólo queda para pagar el pago trimestral del seguro o el pago total de la tarjeta, sigues gastando mucho en comidas fuera.

Sin contestar a mi crítica – Paga el total de la tarjeta, no quiero pagar intereses.

-Pero si no pagamos el seguro, lo pierdes.

Sólo se encogió de hombros, ni me miró.

Ya hemos perdido 3 ó 4 seguros por no pagar una mensualidad.

-No importa – y dio por terminada la discusión.

Me enfurruñé, me di la vuelta y regresé al escritorio. No sabía si hacer lo que él decía o lo que yo quería.

Recordé, sin querer, que hacía unos años, Scorpio, mi lector de tarot que nunca fallaba, me había dicho que en ese año me iba a quedar viuda… sacudí la cabeza, en negación, pero el pensamiento no se iba de mi mente ¿y si, como siempre, tenía razón Scorpio? ¿y si…? ¡no, no, no, no! ¡no! Pero.. ¿ y si…?

Casi me decidí a pagar el seguro, pero aún no estaba segura, pensé dejar la decisión para el lunes.

Hacía 3 años que vivíamos en una ciudad de provincia cercana a la capital (2 horas de carretera) y ese fin de semana iba a ir a la Ciudad de México a una reunión de feministas en casa de Amalia. Olvidaría el asunto por un tiempo y el lunes, en el banco, tomaría la decisión.

Fui a México, llegué directo a la casa de Amalia.

-¡Holaaaaaaa! –tan expresiva como siempre, me dio un gran abrazo y me llevó a la sala, ahí estaban todas las amigas de siempre y una sorpresa, una “nueva” en el grupo, pero a la vez vieja conocida.

-Mira, invité a otra amiga a las reuniones, es buena onda, se van a llevar bien.

-Ángela se levantó del cojín en que estaba sentada en el piso, como todas las demás y sonriendo me saludó de beso.

-Mira nada más, dónde venimos a encontrarnos, te iba a llamar el lunes ¿ahora podemos tutearnos, no?

-Jajaja, claro que sí, yo tampoco esperaba encontrarte a ti aquí, ¡qué coincidencia!

-¿Así que se conocen? Así es el mundo de las feministas ¡un pañuelo! –dijo Amalia, sentándose en su cojín en el suelo, después de ofrecerme una botana.

-Pero no nos conocemos del mundo de las feministas, sino por negocios – dijo Ángela, yo le vendí a su esposo un seguro de vida.

Yo sólo sonreí y asentí.

-Al rato hablamos de eso ¿sí? – me dijo ella ya con su expresión de mujer de negocios.

-Claro- contesté, pensando que si eso no era una señal ¿qué era? Seguro me iba a recordar que nuestro pago estaba por vencerse… en fin ¡ya qué!

Hablamos de los temas acostumbrados, nos reímos, comimos las deliciosas botanas preparadas por Amalia y en un momento de relajación, cuando la anfitriona iba a servir la cena, Ángela aprovecho para decirme.

-¿Podemos hablar en privado?

-Sí, claro – dije levantándome. Fuimos al pasillo y ella sacó papeles de su portafolio, que siempre traía consigo, como buena vendedora de seguros (nunca se sabe…).

-Ayer traté de comunicarme con tu esposo, pero me mandó decir con su secretaria que ahora tú manejas las cuentas…

-Sí, así es.

-¡Mejor!, porque la verdad… tu esposo no es muy fácil. Con los ingresos que tiene y sólo tomó su seguro por la cantidad mínima, igual que el tuyo un mes más tarde.

-Jajaja, dímelo a mí, en su trato es un pan, pero si quieres sacarle unos pesos, es difícil, aunque si le pides prestada una gran cantidad, te la suelta así no más.

-Cosa me has dicho, el lunes le pido prestado, jajaja

– Ni se te ocurra ¿eh? porque te las verás conmigo, jajaja- las dos soltamos la carcajada y Amalia se asomó.

-¿Qué clase de negocios tratan que son tan divertidos?

No la tomamos en cuenta, sólo le sonreímos y seguimos en lo que estábamos.

-Mira –dijo Ángela –quiero que veas este plan, si duplicas el monto del seguro, sólo te aumenta un 50% la prima, no el 100%, ahorita que se vence el trimestre es el momento de hacerlo.

-Hummm, no estaría mal, pero no tengo para ese pago.

-Lo puedes pagar con tu propia tarjeta, así ni se entera.

-Sí, podría, pero… ¿no se vería mal? –dije pensando en Scorpio y sus predicciones.

-¡Claro que no! ¿por qué se vería mal? Eso lo hace todo mundo, todo el tiempo.

-¡Muchachas, ya vénganse, ya serví la cena, se les enfría! Amalia a gritos desde la sala.

-Ya nos llaman.

-Anímate, ándale – me decía Ángela extendiéndome el formulario y la pluma para firmar – la cantidad que tienen asegurada es ridícula ¿qué harías con eso? ¡nada!

-Hablas como si yo fuera a cobrar el seguro…

-Según estadísticas, hay más viudas que viudos, así que lo más probable es que tú cobres su seguro y no que él cobre el tuyo.

Suspiré y lo pensé 2 veces antes de responderle.

-No, gracias, si quieres te pago a ti el trimestre ahorita, pero no quiero tener una discusión con mi marido por haber aumentado el monto del seguro.

-Págalo tú.

-Se vería “raro”, no, gracias, no insistas por favor.

Le di la tarjeta adicional para que la “planchara” y ella efectuara el cobro de la prima para la misma cantidad, irrisoria, del seguro de vida de Gerardo.

Me cobró, fuimos a cenar, siguió la plática y nos despedimos en la madrugada.

***

Ya en el hotel Ángela y el aumento del seguro no se apartaban de mi mente, dando vueltas en la cama recordé, cómo es que Gerardo había adquirido ese seguro.

Armando, nuestro médico de cabecera y ya amigo, le había pedido a Gerardo que recibiera a su hermana Ángela, que acababa de enviudar y estaba vendiendo seguros, Gerardo aceptó por compromiso y la recibió, resultó tan buena vendedora que, a pesar de ya no querer volver a comprar seguros, le compró uno para él, por una mínima cantidad, conmigo como beneficiaria, y al mes siguiente le compró otro para mí, con mi hijo como beneficiario.

Hasta ahí, todo normal, sólo tenía que pasar el examen médico y hacer el pago, para que entrara en vigor el seguro ¿y quién era el doctor designado por la aseguradora? Armando, nuestro médico de cabecera, quien encontró que Gerardo no pasaba el examen debido a su hipertensión.

-Resulta que tienes la presión muy alta, necesitas normalizarla por salud y para pasar el examen del seguro, si sigues mis instrucciones, tomas el medicamento que te recete, dejas el alcohol, los cigarros, el café y comes sano, sin sal, en una semana estás tan normal, que podrás pasar el examen, además, por salud te lo debes a ti mismo.

-Pues mira, no más porque mi mujer insiste y tu hermana es la que me lo vendió, me portaré bien una semana, paso el examen y lo demás no te lo prometo.

-Eres adulto, no podemos forzarte, es tu decisión, aquí está el medicamento que tienes que tomar, aunque no creas en los chochitos y regresa en una semana.

-Mira, yo no creo en los médicos y en los homeópatas menos, pero ya que has curado a mi mujer y a mi hijo, te creo, me tomo los chochos, me porto bien y nos vemos en una semana.

El siguiente examen salió bien, pagó la prima del seguro y no se habló más del asunto hasta el momento de pagar el siguiente trimestre, que era en lo que estábamos en esos días, bueno, ya había pagado el seguro, no lo había aumentado y ya sería el lunes el momento de encarar a Gerardo.

***

Llegó el lunes, cuando mi marido se enteró de que pagué el seguro y sólo el mínimo del pago de la tarjeta, como yo suponía, se molestó.

-Ya sabes que no me gusta pagar intereses y que siempre pago el total de la tarjeta.

-Sí, pero no quise perder el seguro, tirar a la basura los pagos que ya hicimos, como en todos los seguros anteriores.

Se dio la vuelta enojado, salió de la habitación y ahí quedó la cosa.

Continúa en el Capítulo 2.

 ***

Ciudad de México, Siglo XXI

***

© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Puedes copiar y publicar este artículo, siempre y cuando incluyas el enlace al artículo, no lo uses con fines comerciales, no lo modifiques, no quites el © ni este último párrafo que le sigue, enlaces incluidos.

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Imágenes tomadas de internet y Pinterest.

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¿QUIÉN?

Lo vuelvo a publicar por el Día Internacional de la Mujer. buscar empleo

¡Estoy furiosa!

Fui a buscar trabajo y me formé en la fila de solicitantes. Delante de mí había dos hombres maduros, uno bien vestido, el otro desarreglado. Yo iba con mi único vestido “de salir”. A ellos el empleado los atendió con una sonrisa cortés y envió al bien presentado con los entrevistadores.

Llegó mi turno. El empleado me miró de arriba abajo y preguntó sin volver a verme

-¿Nombre, domicilio, edad… ocupación?

Bueno, cuando dije “ama de casa”, me miró como si hubiera dicho “bruja”.

-Espere sentada a que la llamen.

Me senté junto a una jovencita demasiado arreglada. Como no tenía otra cosa que hacer, me puse a pensar… ¡Sí, a pensar!, ¡las amas de casa también pensamos!

¿Y saben qué pensé?

De los dos fulanos que se formaron delante de mí, el que traía anillo de casado, traía camisa muy bien planchada ¿la planchó él?, ¡no!, fue su esposa.

Y sus calcetines y ropa interior ¿quién los lavó?, ¡su esposa!

Y vamos a ver:

¿Quién le preparó el desayuno?, ¿quién la comida?, ¿quién la cena?, ¿vive en una casa limpia?, seguro que él no la limpia, ¿quién creen ustedes que la limpia?, ¿quién va al mercado?, quién va al súper?, ¿quién lleva y trae a los niños del colegio, a clases de ballet o de karate?, ¿quién hace la tarea con los hijos?, ¿quién les compra (o cose) los uniformes?, ¿quién forra los libros?, ¿quién atiende marido y niños cuando se enferman?, ¿quién los lleva al médico?, ¿quién pide el gas?, ¿quién hace arreglos de plomería?, ¿quién prepara cenas y comidas especiales y recibe al jefe y a su esposa con buena cara?, ¿quién pone cortinas, carpetas, flores, etc.?, ¿quién administra los gastos y pagos? ¿quién, para acabar pronto, se ocupa de que todo esté en orden, limpio, arreglado, bonito, para que el “señor de la casa” llegue y se sienta a gusto?

¡Ah!, pero además, la esposa debe ser joven, guapa, rubia, esbelta, dulce, inteligente (pero no mucho), discreta, sexi, ardiente, etc., etc., etc., porque si no, el “señor” se busca otra (u otras) que lo sea(n). En estos tiempos, además de todo eso ¡ella también tiene que trabajar!, eso sí, “sin descuidar la casa”, porque ésa es su obligación

Y sabiendo todo lo que tiene que ser un ama de casa ¡todavía tenemos que aguantar que se nos menosprecie porque nuestro trabajo no lo paga nadie!

En esto estaba cuando me llamó el empleado y me dijo sin mirarme:

-Señora, lo siento, usted no está calificada para el empleo, necesitamos gente que sepa resolver problemas.

¡Yo quisiera ver a ese empleadillo resolver los problemas de su casa!

© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller

Puebla, Pue., 19 de octubre de 1986

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¿BOHEMIO O TEPOROCHO?

Edificio Basurto Ciudad de Mexico

.

.-Aquí estoy, como todos los días, frente al Parque México y al edificio Basurto, donde viví hace ¿siglos? ¿en otra vida? No lo sé. Estoy en mi lugar de siempre, frente a este parque, donde traía a mi hijo a disfrutar del aire puro, de los árboles, del estanque de los patos, de correr y andar en bici, de caminar de mi mano cuando era más pequeño…

.

parque_mexico

.

Suspiró.

 .

Tomó un pequeños trago.

.

-Sí… eran tiempos felices, que después cambié por dedicarme tanto al trabajo, “workaholic” (trabajólico) me llamaban, me engolosiné con ganar más y más, poder sostener el departamento en el edificio Basurto, la casa en la Riviera Maya, los viajes de compras de mi esposa, el Mustang, la camioneta para mi mujer… “mi mujer” ¿no la supe entender? No la supe conservar, eso sí es seguro.

.

Cuando no estaba en el trabajo, me iba de bohemio, a disfrutar de música, poesía, plática con otros bohemios como yo, en lugar de estar con mi esposa.

.

Mi hijo… ¿mi hijo? ¡qué golpe tan duro! ¿yo me lo busqué por no hacerle caso a mi esposa? Ella me pedía más tiempo, más atención, más amor, pero yo estaba muy ocupado para darle “lo que ella merecía”, pero no le daba nada de mí, de mi tiempo, de mi amor, que era lo que ella necesitaba y, puesss…

 .

Otro trago.

.

-Pero, eso sí, era yo importante, mucha gente dependía de mí, yo era el centro del universo, que sólo cedí cuando nació mi hijo ¡un varoncito!, mi heredero, el que continuaría mi labor. A él sí le dedicaba tiempo, mi mujer ya ni me lo pedía, sólo nos observaba con una mirada extraña…

.

Bares elegantes

.

En esos tiempos, en que vivía en la opulencia, era yo bohemio, todos me festejaban la alegría provocada por este líquido maravilloso (sacó la botella de la bolsa de papel,  la contempló con tristeza, ya casi se terminaba), ahora que vivo en la banqueta, la calle es mi casa… ahora soy un triste «teporocho» (1), que se rehusa a ir a Alcohólicos Anónimos, ¿para qué ir? ¡no pienso dejar el alcohol!

Y esto, tan poquito, tiene que durarme hasta la noche, qué difícil. No concibo cómo la gente no se da cuenta de lo maravilloso que es el alcohol ¿cómo pueden vivir sin beberlo? cómo pueden vivir sin  licor, sin su dulce sabor en la boca , sin su dulce calor en la sangre,  sin sentirlo correr en sus venas, ¿cómo pueden vivir sin percibir ese delicioso sabor en la boca? ¿sin sentir su gran calor recorriendo todo su cuerpo?

Bebió otro trago de su botella.

-No entiendo cómo la gente puede vivir sin esto, que te lleva al cielo, que te hace sentir bien.  ¿no saben lo que es sentir ese calorcito en las venas, que recorre todo tu cuerpo? no sé por qué no entienden que es maravilloso sentir cómo está en tu boca y baja por tu garganta y llega a todo tu cuerpo y a tu mente y te hace saber que todo está bien, que no hay problemas, que eres feliz.

 

Llevó la botella a su boca, sólo un pequeños trago, para que le alcanzara por más tiempo, la gente que pasaba envuelta en abrigos o chamarras debido al intenso frío, iba disminuyendo, ya era tarde.

-No comprendo cómo la gente puede vivir sin  licor, sin su dulce sabor en la boca , sin su dulce calor en la sangre,  sin sentirlo correr en sus venas, no entiendo cómo la gente puede vivir sin esto,  sin percibir su dulce sabor en la lengua, sin su gran calor en la sangre no entiendo como la gente puede vivir sin esto…

Y lo repetía y repetía en su mente, mientras bebía otro trago, porque el alcohol era primordial en su vida.

-Por el contrario, se obsesionan pensando que es malo, dañino, «el enemigo», no, no entienden, sólo nosotros lo sabemos, lo sentimos, lo necesitamos, lo metemos en la boca, el cuerpo, la mente y hasta el alma: el alcohol es una maravilla, es lo mejor de lo mejor, sin él, no existo.

 .

Puso a un lado la botella, con ya muy poco líquido, mirándola con tristeza.

-Ya es tarde, ya pasaron los que me dan monedas, ya no voy a poder comprar otra botella, ya me voy a pasar la noche en frío, con frío, sin el calorcito esencial que me da la bebida, sin esa sensación de que “todo está bien” mientras tenga otro trago para beberme, para llenarme de paz y dormir sin importar si mi cuerpo se muere de frío en la noche, total, mejor, ya irme, ¿ya qué hago aquí?

 .

Otro trago, puso la botella ya casi vacía junto a sus pies medio cubiertos por lo que fueron zapatos de diferentes pares, uno negro, otro café. Observó su pantalón, que hacía muchos años había visto mejores tiempos, ahora estaba raído, lustroso, mugroso, asqueroso, como él mismo, que estaba sucio, apestoso, el pelo largo que parecía una pasta de lodo igual que su descuidada barba, la camiseta raída y rota, el saco con las bolsas desgarradas, manchado por todos lados. Tristemente, contemplando el parque, siguió con sus amargos pensamientos.

 .

-Cuando todo se me derrumbó, cuando supe que mi hijo… no, no puedo recordar eso, no quiero, pero cuando estaba yo entre ruinas llegó “ella” a tenderme la mano, a ser mi estrella polar, mi guía ¿y qué hice? Cometí el mismo error. No la amé bastante, no aprendí mi lección, la dejé con frío, ella pedía mi calor, mi amor, pero ya no pude dárselo y otro derrumbe, pero de éste no me recupero, ya hasta aquí llegué.

 .

Y el “Teporocho del Parqué México», como lo conocían los vecinos, recargado en la pared del edificio de la esquina del parque, se fue deslizando a un lado y se quedó dormido, para no despertar más…

.

En la mañana la Cruz Verde lo recogió, nadie sabía su nombre.  Desde un balcón  del 7º piso del Edificio Basurto, una mujer sólo se asomó un momento  y cuando se lo llevaron, siguió leyendo su revista «Gente», sin importarle la suerte del «Teporocho del Parque México», años atrás, su marido…

***

.

Ciudad de México diciembre 7, 2016.

_____________________________________

NOTAS AL PIE DE PÁGINA

ORIGEN DE LA PALABRA TEPOROCHO

En la época pos-revolucionaria fue tradicional vender café, atole, o té en puestos ambulantes o carritos, a cinco centavos la porción, en algunos lugares se ofrecía agregar por tres centavos más (ocho centavos en total) una porción de aguardiente, de ahí que a los que pedían «té por ocho» se les consideraba alcóholicos, porque generalmente es que estaban “crudos” (con resaca), y de ahí derivó la expresión teporocho. Se usa para los indigentes alcóholicos. Hay otras versiones, pero ésta es la que me parece más acorde a la realidad.

 

***

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Imágenes tomadas de internet, Pinterest  o de los enlaces relacionados.  Creo que no es necesario advertir que algunas fotos, son imágenes actuales, sólo para dar una idea de cómo fueron en aquellos tiempos y lugares.

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SUSSY Y SUS HISTORIAS (3), EL FLECHAZO V, LA OPORTUNIDAD Y LA FAMILIA

Su marido no había tenido trabajo por mucho tiempo, apenas había conseguido un puesto de regular importancia en oficinas del gobierno. Sussy había estado 3 años sin conseguir un empleo a su nivel, porque nadie la quería contratar por ser casada y tener un bebé. En una agencia le sugirieron decir que era soltera y, por supuesto, no mencionar a su bebé, a lo que se negó, desde luego.

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No tuvo más remedio que ir a una agencia de empleos eventuales y de ahí cada semana (a veces cada día) la enviaban a una compañía diferente, diversos trabajos, gente distinta, pero así eran estas agencias y tuvo que aceptarlo.

Por su desempeño la fueron subiendo de categoría, obteniendo cada vez mejores trabajos y de más larga duración.

El destino (y Manpower) la enviaron como temporal a una empresa trasnacional que apenas estaba iniciando, donde descubrió que había varias empleadas casadas, tenían hijos y algunas eran ejecutivas. Esa compañía le pareció como un paraíso, el trato era diferente, todos se hablaban de tú, el mozo tuteaba al Director General, había confianza y buen ambiente.

Por angas o mangas, por varios hechos “fortuitos” (causalidades, no casualidades) la secretaria del Director de la planta dejó de trabajar ahí y a ella la pusieron en el puesto, como eventual, todavía, pero su trabajo fue tan bueno, que su jefe peleó porque le dieran contrato definitivo, y peleó, porque por alguna razón el Director General le tenía tirria y la discriminaba cada vez que podía, pero su jefe, Douglas White, un inglés que tenía apariencia de todo menos de británico, lo convenció, diciendo que en la planta él era el que decidía quiénes serían sus empleados.

Así que ya siendo empleada con contrato, Sussy dio lo mejor de sí a su puesto, adecuándose a las características de su jefe, que hacía citas cada hora, sabiendo que se tardaría más, y retrasándose a partir de la segunda cita, esperando que su secretaria solucionara sus líos, que hiciera todo rápido y bien y le adivinara el pensamiento.

Todo eso lo cumplía Sussy y su desempeño fue tan apreciado, que cuando la planta estuvo construida, la maquinaria instalada, las secretarias y empleados de oficina contratados, las oficinas amuebladas, las máquinas de escribir, la copiadora y demás equipos de oficina comprados, la bodega de artículos de oficina surtida (todo lo relativo a las oficinas organizado y elegido por Sussy), cuando ya se iban a mudar a Morelia, Michoacán a dar inicio a la actividades de la planta, Douglas White la llamó a su oficina, le pidió que tomara asiento y aclarándose la garganta, le dijo:

-Sussy, ya sabes que en dos semanas nos mudamos a la planta y que yo ya no voy a estar en las oficinas de México, así que tu puesto desaparecerá.

Sussy se puso pálida, así que ahí acababa su maravilloso empleo, con alto estatus y un excelente sueldo… tuvo que retener las lágrimas y sonrió forzadamente.

-Sí, me doy cuenta.

-Entonces, te ofrezco el puesto de Gerente Administrativo en la planta, de hecho tú organizaste todo de una manera impecable, eso necesito en la planta, alguien que lleve la oficina sin que yo tenga que involucrarme, para poder dedicarme 100% a la producción. Sé que tú tomas buenas decisiones y no necesitas de mi opinión.

Ella sonrió, recordando que en muchas ocasiones cuando Douglas estaba fuera de la ciudad y había que decidir una compra o la contratación de una secretaria, ella había tomado las decisiones, con la anuencia posterior de su jefe, que siempre la apoyaba.

Pero lo más importante era el puesto que le estaba ofreciendo ¡dar un salto gigantesco de secretaria (aunque fuera de un Director) a nada menos que Gerente Administrativo de la planta!… ¡wow! Sin pasar por puestos de mando medios, directo a la cima ¡La oportunidad de su vida! Sonrió más ampliamente.

-Gracias Douglas, es una gran oportunidad.

-Estarás consciente de que tendrás que irte a vivir a Morelia…

Ella se mordió el labio, por el entusiasmo no había pensado en eso.

Douglas prosiguió

– Piénsalo por una semana, sé que eres casada y tienes un niño pequeño, habla con tu esposo. La compañía les pagará la mudanza, dará el aval si rentan y si organizas –risa- que algunas compras se hagan en conjunto, todos obtendrán muchos descuentos.

-Está bien y muchas gracias por la gran oportunidad.

-Te la mereces, Sussy.

Ella salió de la oficina sintiéndose feliz, ya hacía años que quería ser algo más que secretaria, pero se casó, se embarazó y en lugar de subir en la escala como siempre lo había hecho, bajó de nivel, hasta que encontró esta magnífica empresa en la que sí la aceptaron casada y con un hijo pequeño.

En esos tiempos no había muchos lugares de trabajo así, aún se pensaba que el lugar de la mujer era su casa y su labor cuidar de sus hijos, así que había que elegir entre carrera y familia.

Llegó feliz a su casa, esperando que su esposo llegara temprano esa noche, pero era viernes y si toda la semana llegaba tomado a las 2 ó 3 de la mañana, los viernes era peor, llegaba a las 4 am. Todas las noches se dormía de inmediato y empezaba a roncar como borracho y no la dejaba dormir, Sussy se molestaba mucho porque ella sí tenía que entrar a trabajar a las 8 am, no como él, que podía llegar a su trabajo a las 11 de la mañana, dado que las borracheras se las ponía con el jefe y otros compañeros de la oficina de gobierno donde laboraba.

Como se lo imaginó, dieron las 4 de la madrugada y él no aparecía. Trató de dormir, pensando en darle la noticia en la mañana, cuando despertara de dormir la mona.

El sábado en el desayuno, él estaba con cara de pocos amigos, sufriendo los estragos de la cruda y leyendo su periódico, pero aún así Sussy le dijo.

-Te tengo una gran noticia…

-¿Sí? – sin despegar la vista del diario.

-Sí, me ofrecen el puesto de Gerente Administrativo de la planta.

Él le prestó atención -¿Cómo dijiste? ¿gerente?

-Sí, Gerente, en la planta.

Él se tardó unos segundos en asimilarlo – ¿En Morelia?

Ella se mordió el labio – Sí, en Morelia, nos pagarían los gastos de la mudanza y…

-No, yo no voy a dejar mi trabajo, recuerda cuánto me tardé en conseguirlo y ahora que ya estoy empezando a subir y colocarme, no, no voy a dejarlo.

Ella vio que él estaba decidido a no aceptar irse a vivir a Morelia para que ella aceptara esa oportunidad.

-Bueno ¿y si yo me voy en la semana y regreso los fines de semana, me vendría los viernes en la tarde y saldría los lunes en la madrugada…?–lo miró con la interrogación en la mirada.

-No ¿y el niño? ¿No te vería en toda la semana?

-¿Y si me lo llevo y venimos los fines de semana?

-No.

Ella se engalló -¿Y por qué no? yo te seguí a Guadalajara, donde nos fue tan mal que yo tuve que sacar adelante a la familia ¿recuerdas? Te acuerdas que me puse a vender cosméticos de puerta en puerta y así tuvimos dinero para regresarnos, porque ni para eso teníamos? No se te olvide que yo mantuve a la familia con mi sueldo de eventual mientras tú entraste a trabajar al gobierno, los 4 primeros meses en que no te pagaron ¿y ahora que yo tengo la oportunidad de mi vida, te niegas?

Él vio a Sussy totalmente decidida, pero no cedió.

-Pues no voy a dejar mi empleo, ¿mientras consigo otro, de nuevo tú nos mantendrías?

-Puedes pedir tu cambio a Morelia.

-No lo creo factible y no me conviene, bajaría mi estatus.

Ella entrecerró los ojos y apretó los labios, él conocía ese gesto, no presagiaba nada bueno.

-Pues el niño y yo nos vamos, podemos venir o tú puedes ir los fines de semana, pero esta oportunidad no me la pierdo.

Su marido se levantó furioso de la mesa, fue al mueble cantina que tenían en la sala y sacó una botella de tequila llena, la abrió y se echó un trago a pico de botella.

-¿Y así lo vas a solucionar? – dijo ella más enojada.

-No te vayas – le dijo en tono más amigable después de tomar otros tres tragos.

-¿Tú crees que es muy agradable vivir con un alcohólico?

-No soy alcohólico, me gusta beber, pero lo hago socialmente.

-¿Cómo ahorita? – su tono era sarcástico.

Siguió bebiendo de la botella mientras se acercaba a ella -No te vayas.

-Es mi gran oportunidad – lo miró con la determinación en la mirada.

Su tono ahora era de ruego -No te lleves al niño – se acercó a ella, tomó otros tragos, la miró con ojos inyectados,.

-Yo lo cuidaría mejor, si tú llegas en la madrugada y borracho ¿qué futuro le espera contigo?

-Por eso no te vayas – más tragos, llevaba más de media botella ingerida. Se dejó caer de rodillas a sus pies –por favor, no te vayas, te lo ruego – le abrazó la cintura y comenzó a sollozar.

Era demasiado para Sussy, ella lo quería, era su esposo, su mejor amigo, su pareja, el padre de su hijo, tenía muchas fallas, pero ella lo quería. No sabía qué hacer, trató de zafarse del abrazo, pero él no la dejó y siguió rogándole.

Consideró irse de cualquier modo, llevarse al niño y verse los fines de semana, pero también pensó, ¿qué sería de él, solo y con su alcoholismo? Por otro lado, lo que él hiciera era su decisión, no la de ella.

Ella tenía la oportunidad de su vida, saltar de secretaria a Gerente Administrativo, una enorme, gran oportunidad, de las que se dan una sola vez en la vida y su marido alcohólico se la obstaculizaba.

Su cerebro le decía que debía pensar en ella, incluso en beneficio de su hijo, si ella hacía carrera en puestos gerenciales, tendría mejor sueldo, podría tener quien lo cuidara, en las tardes, como ahora en la Capital, y en ciudades de provincia se encuentran mejores elementos, más confiables como nanas o podía encontrar una escuela en la que se quedara a comer y tuviera actividades por la tarde, de todos modos era algo que, como estaban ahora, tenía que ser resuelto de un modo u otro, porque los dos trabajaban y él nunca estaba en las tardes de entre semana en la casa, en la noche tampoco veía al niño, porque llegaba en la madrugada… así que Arturito no lo echaría de menos y si veía a su papá los fines de semana sería casi igual que ahora…

-No te vayas – Sergio seguía llorando rogándole que no se fuera.

Su corazón no pudo resistir verlo así, no quería pensar que se tirara más al alcohol y hasta perdiera el empleo que ahora se resistía a dejar.

Lo pensó durante una eternidad, sopesando las alternativas, mientras él lloraba y le rogaba.

El corazón pudo más que el cerebro, aunque no tenía buenos argumentos, ella midió las posibilidades y no pudo pensar en ella, cedió, pensó en él y en seguir como estaban, con sus borracheras, pero juntos, no separados y creyó que eso, el no separar a la familia, sería bueno para su pequeño Arturo.

Levantó a su ya borracho esposo. Con todo el dolor y la frustración que podían caberle en el alma le dijo cariñosamente.

-Está bien, levántate… no me voy – Las lágrimas de Sussy brotaban de sus ojos como una cascada, sin sollozos, sin sonido, lágrimas silenciosas y amargas, muy amargas.

Él la abrazó llorando más, sus lágrimas se mezclaron, ella hacía lo posible por abrazarlo también, pero en ese momento no le nacía.

¿Por qué es tan difícil ver llorar a un hombre? – se preguntó Sussy- Como los enseñan a a no hacerlo, no estamos acostumbradas a que dejen salir sus sentimientos; me doblegué por la ternura que sentí al verlo así y cedí, dejé ir mi sueño, la oportunidad de mi vida .

El lunes se presentó a renunciar, había elegido a la familia y perdido su oportunidad.

Douglas se molestó, ya contaba con ella y no pudo menos que decirle

-Por eso no se les dan empleos de responsabilidad a las mujeres casadas, todavía están acostumbradas a renunciar a ellas mismas en aras de la familia. Se necesita otra educación para todos, hombres y mujeres, con el objetivo de que las mujeres no tengan que resignarse a dejar de existir al momento de casarse y ser madres; para que no ahoguen sus sueños.

Ella, bajando la cabeza se preguntaba si había hecho una buena elección, pero ya estaba hecho.

Su marido siguió bebiendo, la familia se fue a pique…

Estaba llorando y sudando, con la respiración agitada; eran las 5 am, extendió el brazo y buscó en la cama, estaba sola, se levantó aún entre sueños, temblorosa, lo fue a buscar a las otras habitaciones… nada… no había nadie, no estaba él, ni su ropa, ni sus cosas, nada, ni esposo ni hijo, Sussy estaba sola…

¿Todo fue sólo un sueño, una pesadilla?

Continuará…

 

Ciudad de México, octubre de 2016

© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller.

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Imágenes tomadas de internet.

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SUSSY Y SUS HISTORIAS 3, EL FLECHAZO IV, DANIELLE

Sussy, con él inerte en su regazo, los ojos derramando lágrimas, la mente en shock, se preguntaba una y otra vez ¿cómo era posible que ahora estuviera… o ya no estuviera con ellos? Su calorcito, su respiración, sus movimiento, su sonrisa…

Un bebé, ayer sonriente, ahora, inerte.

Su mente estaba en blanco, pero por ahí surgió un recuerdo, de cómo la conoció a ella, a la madre del bebé que tenía en brazos.

 *

,Cuando Sussy trabajaba en una gran empresa, como secretaria del Director General, había sabido que el contador tenía una nueva secretaria, pero ni la conocía ni tenía más datos, puesto que no tenía amigas en la oficina, no se enteraba de los chismes.

 Regresando de comer fue al tocador a lavarse los dientes y refrescar su maquillaje. Vio que “la nueva” se estaba lavando las manos, la observó de reojo: muy blanca, pelo negro, largo y ondulado, bonita cara, buen cuerpo, bien formado, pero bastante pasada de peso. No le hizo más caso, seguro iba a ser como las otras, envidiosas, que no querían ninguna amistad con ella, Sussy ya se había acostumbrado a eso.

Un grupito de las secretarias segundonas se acercó a la nueva.

 -¿Cómo te llamas?

 Ella con una sonrisa y con un leve acento francés respondió:

 -Mi nombre es Danielle.

 Eso llamó la atención de Sussy, nombre y acento francés.

 Las otras soltaron la carcajada, la más desagradable de todas le soltó:

 -Jajaja, nombre de hombre ¿eres hombre? ¿O lesbiana?

 Danielle se puso roja y sólo pudo mover la cabeza negativamente, con las lágrimas a punto de escaparse de sus ojos.

 Las demás siguieron riéndose y haciéndole bromas de mal gusto.

 Sussy no pudo aguantar más y se acercó a ella, que la recibió temerosa, pensando que le iba a hacer algo malo.

 Sussy se volteó, enfrentando al corro de muchachas agresivas y burlonas y con voz firme y enojada, les dijo.

 -Si por ignorantes, no lo saben, Danielle es un nombre femenino francés (aunque de origen hebreo) y además muy hermoso. Ya déjenla en paz, o se las entienden conmigo (no tenía idea de qué haría en caso de que la retaran, pero la frase sonaba amenazadora).

 Volteó de nuevo al espejo y le puso una mano en el hombro a la chica que la veía con admiración.

 -No les hagas caso, ignorantes y envidiosas – por el espejo les lanzó una mirada de enojo y ellas fueron saliendo del tocador casi en tropel.

 Danielle y Sussy se quedaron solas, se miraron a través del espejo y soltaron la carcajada. Desde ese momento fueron amigas y se enteró que Danielle era hija de mexicana y francés, por eso su nombre y el acento, pues en su casa sólo se hablaba francés, también supo que su nueva amiga tenía un novio, Arturo, al que adoraba.

 Cuando Sussy no iba a comer con Jaime, a solas o en grupo, iba con Danielle, era una chica muy agradable, simpática y noble, ahí se platicaban sus vivencias con sus respectivos novios,  Danielle adoraba a Arturo y podía expresar ese amor en palabras muy profundas, escribía unos poemas hermosos, Sussy sentía igual o más amor por Jaime, pero sentía que no lo podía expresar en toda su extensión, que las palabras no le alcanzaban, que lo que decía de sus sentimientos se quedaban cortos.

 Un día Danielle le mostró una foto en la que ella usaba un vestido verde esmeralda, muy sexi (tan sexi como se podía a finales de esa década de los 60’s), que le quedaba súper bien y comentó.

 -Este vestido sólo me lo ha visto puesto Arturo, porque dice que es muy llamativo.

 Una alarma sonó en la mente de Sussy.

 -¿Cómo? ¿sólo te lo ha visto Arturo? No entiendo.

 Danielle se turbó toda y no sabía cómo contestar, se ruborizó y al final dijo.

 -A veces estamos a solas… –al buen entendedor, pocas palabras. Sussy entendió, asintió con una sonrisa.

 -También a veces estoy a solas con Jaime – ya estaba, lo había dicho, ambas tenían relaciones con sus novios antes de casarse, en una época en que la mujer debía llegar virgen al matrimonio.

 Desde entonces ya tenían la libertad de contarse todo lo que pasaba con sus adorados tormentos, incluso que Arturo era casado y los problemas que eso traía a a la relación, también Sussy le contó lo que había pasado cuando Jaime se fue y cuando volvió.

 Un día de tantos, Sussy vio a Danielle pálida y ojerosa, le preguntó el motivo y su amiga se soltó llorando.

 -Estoy embarazada.

 Sussy se asombró, aunque no mucho, sabía que Danielle no se cuidaba “porque era pecado”, pero sí tenía relaciones con Arturo (casado), eso era algo que Sussy no entendía, ¿no era más pecado? pero era su amiga y la apoyaba en todo. Ella cuando empezó a tener relaciones íntimas con Jaime empezó a cuidarse con el método del ritmo y él sabía en qué días podía venir a verla, así que no había mayor problema.

 Abrazó a su amiga y consternada le preguntó.

 -¿Ya lo sabe Arturo?

 -Sí – empezó a sollozar.

 -¿Y no te apoya?

 – Sí, al principio no le gustó, se enojó, pero al día siguiente, después de pensarlo me dijo que me va a poner un departamento para que tenga al bebé… voy a tener que salirme de mi casa y dejar de trabajar.

 Sussy, sin querer recordó algo de su pasado.

 -Al menos tienes su apoyo, créeme que es lo más importante.

 Danielle la miró interrogativamente, pero Sussy no dijo más, empezó a hacer planes para el bebé como lo más natural y alejó la tristeza de su amiga.

 Un viernes, a los 4 meses de embarazo, Danielle se veía como de costumbre, no se le notaba el embarazo. El lunes siguiente, era imposible ocultarlo. Su jefe habló con ella y le dijo que no podían aceptar mujeres embarazadas en la empresa, que le presentara su renuncia. Danielle llamó a Sussy y le pidió que se vieran en el tocador.

 – ¡Me corrió! ¡El Sr. Landa me corrió! – las lágrimas le salían a borbotones y empezó a sollozar.

 Sussy se indignó – ¡no puede correrte por eso!, ¿al menos te dio todo lo que exige la ley?

 -¿Qué? ¡no! ¡por supuesto que no! Me pidió mi renuncia y me dijo que me dará una buena carta de recomendación en caso que quiera trabajar después.

 Sussy estaba indignada y dispuesta a ir a hablar con su jefe, pero Danielle se lo impidió, diciéndole que eso sucedía todo el tiempo, que era lo común y que lo dejara así.

 Pasaron los meses, Sussy iba a visitar a Danielle con frecuencia y le dolía verla encerrada, sin más plática que la telenovela de moda, el mercado, las vecinas, ¡tan interesante plática que tenía antes! Tan bien arreglada que siempre estaba y ahora se había descuidado mucho, o era que no podía hacer más con lo que Arturo le daba.

 Nació el bebé, por supuesto que Sussy fue la madrina de bautizo, le pusieron Arturo como su padre, aunque Arturo ni se presentó, no había reconocido al bebé legalmente, sólo pagaba el departamento, le daba dinero a Danielle para vivir apenas al límite y la visitaba de cuando en cuando, cada vez menos frecuentemente.

 Danielle no se quejaba, pensaba que era el pago por su pecado de enamorarse de un casado y ceder ante sus requerimientos, ¡como si él no tuviera ninguna culpa!

 Sussy adoraba a Arturito, siempre estaba comprando algo para él o tejiéndole chambritas.

 Una vez, cuando Jaime la llamó cuando vino a verla, él preguntó:

 -¿Qué estás haciendo?

 -Tejiendo una chambrita.

 Silencio y después -¡¿Qué?!

 -No te asustes, es para el bebé de Danielle – suspiro de alivio del otro lado de la línea.

 Ese día después de hacer el amor, en esos momentos ricos de intimidad, él le dijo muy serio.

 -Creo que deberíamos de cuidarnos más, ¿por qué no tomas pastillas? Así vendría cualquier día si tengo la oportunidad.

 Sussy se sintió lastimada ¿así que él sólo venía cuando podían hacer el amor? De otro modo no valía la pena? Se lo preguntó.

 -¿Sólo para eso vienes a verme?

 -Mira, linda, hago 4 horas y media o más en la carretera, más casi 2 horas para llegar a verte y lo mismo de regreso, son 13 horas de viaje (eso si yo manejo, si vengo en autobús es más tiempo) y por las reglas de tu bendita madrina , que te exige llegar a las 9, sólo puedo verte 3 horas y media, ¡al menos que sea para hacerte el amor! ¿no crees?

La observó atentamente y conitnuó:

-Si no vivieras con tu madrina, me quedaría toda la noche contigo, sería muy bonito pasar las noches juntos cuando venga ¿no crees?

 Puesto de esa manera, Sussy no pudo poner objeciones, aceptó tomar pastillas, no quería que le pasara lo que a Danielle con Arturo, que estando en la misma ciudad ya se estaba alejando… ¡no! Ni pensar que Jaime se alejara más. En cuanto a pasar toda la noche con él cuando viniera ¡sería maravilloso!, pero imposible.

 Mientras se acurrucaban por un momento, recordó lo que había ocurrido en sus relaciones:

 Cuando Jaime se fue casi sin despedirse, ella había quedado devastada, en shock por semanas; hacía todo lo que tenía que hacer de manera “normal”, pero como autómata, con la mirada perdida, distraída, no podía pensar en nada, ni siquiera en Jaime. Hacía unos años, con su primera decepción, en la adolescencia, lloraba todos los días, dejó de comer y bajó 8 kilos en 2 semanas, pero cuando se repuso, juró nunca más derrumbarse por un amor y ahora no se permitía demostrar sus sentimientos rotos, no había llorado, ni una lágrima, ¡nunca volvería a llorar por un amor perdido!

 Así vivió como en penumbras por 6 semanas, hasta que un día, casi a la hora de la salida, sonó el teléfono directo de la Dirección, ella contestó como siempre.

 -Dirección General, buenas tardes.

 -¿Me comunica por favor con el Director General? – voz varonil, pero fingida.

 Algo resonó en su interior, pero de momento no supo qué.

 -¿Sería tan a mable de decirme quién lo llama?

 – Alguien perdido que ya se encontró…

 -¡¡HOLAAAA!!!- se tuvo que sentar con una expresión de felicidad que no le cabía ¡era Jaime!

 -¿Cómo estás, preciosa?

 Se recompuso –Bien ¿y tú? ¿estás en México?

 -Sí, corazón ¿te espero a la salida?

 -Sí, claro –feliz, incrédula, ella creía que nunca volvería a verlo.

 -Nos vemos en la calle de atrás del estacionamiento, traigo el carro de mi hermano.

 Y así se habían estado viendo, ya llevaban un año de esa manera, él venía una o dos veces al mes, ella soportaba esa semi-ausencia porque se pasaba los días entre el recuerdo y el anhelo,  reviviendo lo ocurrido en su última entrevista, detalle a detalle, y luego soñando en lo que pasaría en la siguiente, así, con sus sueños entre una y otra visita, ella había logrado ser feliz.

 No pedía más, se atenía al refrán de que es feliz quien tiene lo que quiere y quiere lo que tiene, ella lo tenía a él, aunque fuera sólo una vez al mes, dos, si tenía suerte y él podía escaparse otro día entero de la empresa, era el jefe, pero por lo mismo, tenía más responsabilidades, y aún así, venía a verla, ella no necesitaba más, no exigía más, no preguntaba nada, vivía el hoy (los otros días recordaba el ayer y soñaba con el mañana), disfrutaba lo que tenía, no quería sufrir por lo que le faltaba…

 Jaime salió de su somnolencia y le acarició un hombro, ella respondió de inmediato, como siempre y nuevamente hicieron el amor.

*

 Entretanto, los días que no tenía clases de inglés iba a ver a Danielle, porque estaban solas las dos, Danielle porque su familia la había repudiado y Arturo ya sólo iba a dejarle dinero cada quincena, ella porque Jaime sólo venía una o dos veces al mes.

 Cómo disfrutaban a Arturito, cuando tenía 6 meses y ya hacía gracias,¡bueno…! las dos se las festejaban y ese bebé las hacía felices.

bebe

Y ahora…

 Velaron al bebé en la casa, muerte de cuna, había dicho el Dr., inexplicable y ocurre a veces y con eso se tuvo que conformar Danielle, lo peor es que se sentía culpable, aunque no lo fuera.

 Sussy tampoco lo podía creer, su precioso ahijado, el bebé más preciado, su adoración, ya no estaba, sólo quedaba su cuerpecito desmadejado, sin vida, sin respirar, sin reír, sin llorar, sin…

 Al fin no pudo más, le entregó el bebé a Danielle y se metió corriendo a la recámara, se tiró a la cama y empezó a sollozar y gritar, sacó lo que traía acumulado, sacó su tristeza y frustración por la muerte de Arturito, por lo que había pasado cuando se fue  Jaime y lo que estaba pasando ahora, no, no era tan feliz como ella aparentaba y ella misma se engañaba pretendiendo serlo.

 Sabía que no debía hacerlo, que tenía que ser fuerte por Danielle, ser su fortaleza ahora que la necesitaba, pero se quebró y por un momento dejó salir todo, todo, una avalancha de emociones que ya no pudo contener.

Una hora después, salió de la recámara calmada, dispuesta a apoyar a su amiga y a ella misma.

Ya habían traído en ataúd y puesto al bebé adentro, Danielle lloraba desconsolada en una esquina de la sala, una vecina estaba tratando de reconfortarla y de que tomara un té de tila.

Sussy se acercó al pequeño féretro, contempló tristemente a Arturito, su ahijado, su bebé adorado. Pasó cariñosamente los dedos sobre el cristal, le salieron lágrimas, muchas lágrimas, pero ya sin sollozos, y ya tranquila, calmada, pensó que no quería volver a sufrir así por la pérdida de un ser amado; había cosas que no podía cambiar, como la muerte del bebé, pero otras que sí podía: ¡ella cambiaría! De alguna manera, cambiaría, renovándose de algún modo, reinventándose…

 Continuará.

***

Ciudad de México, octubre, 2016.

 © Silvia Eugenia Ruiz Bachiller.

 Todos los personajes son ficticios, cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

***

Imágenes tomadas de internet.

***

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

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LA VISITANTE FANTASMA (EULALIA) EDITADO.

Cuento escrito en conjunto con Danshaggy, una bonita experiencia, espero les guste a ustedes, mis querid@s lectores, a quienes va dedicado.

Este cuento lo volvimos a publicar por varias razones: una el 5 de octubre lo publicamos por primera vez, de modo que es el primer aniversario.  Es el primer escrito que publiqué al salir del hospital. Fue el primer cuento en el que trabajamos juntos Danshaggy y yo. Además es octubre, mes de Halloween y cercano al Día de Muertos, mes de fantasmas y entes del más allá.

***

El siguiente cuento, fue creado en base a hechos reales, y fue creado en conjunto con  ©Daniel Alvarez Benitez. El texto  es parte real y parte ficción, queda a consideración del lector, creer o no…

Eulalia la visitante

Tenía ya días con ciertos problemas de salud, por lo que después de consultar con el médico, éste me envió de urgencia al hospital, a donde llegamos cerca del medio día.  Esperé unas 3 horas para pasar con un médico que me diagnosticara y me recibiera o no en el hospital y quien después de un chequeo minucioso, ordenó que me internaran por tener graves problemas en los pulmones…

No me agradan los hospitales y menos ése, ya que he escuchado de varias cosas que suceden ahí…

Después de que me admitió,  me pasaron a la sala de espera de Urgencias, (que se encontraba demasiado llena de gente), donde tuve que esperar con otras 5 pacientes (unas llegaban otras se iban) sentadas cada una en una silla de lo más incómoda, y donde al entrar le piden a uno que se desvista, quedando tan sólo con una batita de hospital y usando una sábana como chal, porque hacía mucho frío.

Todas estábamos  tratando de ponerle al mal tiempo buena cara, platicándonos nuestras dolencias y qué nos llevó ahí; unas horas después, cuando vimos que íbamos a esperar mucho, empezamos también a hacer bromas y tratar de hacer más leve la espera.  De las recién llegadas, unas se integraban, otras no, las más graves pasaban a Urgencias, porque nos iban acomodando en las camas según iban saliendo pacientes, pero eso sucedió sólo 4 veces en la noche y algunas tuvimos que pasar 20 horas ahí, esperando que se desocupara una…

En mi caso, por el problema que llevaba me pusieron suero, pero quien me colocó el catéter me lo puso mal así que me lastimaba el brazo.  Después  de haber pasado casi un día sólo en espera, me pasaron a la sala de urgencias (junto a otras 4), pero aún sin cama, tardaron más de 24 horas en asignarme una y tuve que esperar sentada en la consabida incómoda silla.

Una vez que me asignaron cama, me cambiaron el suero vía intravenosa, que le ponen a todos los que llegan, y ya me pusieron algo específico para mí y quedé en  un rincón de la sala, no muy visible, por lo que el tráfico de personas en donde me encontraba, no era mucho.

Tercera noche…

Esa madrugada, estando yo entre dormida y despierta, vi una enfermera a la que observé de reojo: facciones finas, algo más que de mediana edad, su piel me llamo la atención por lo pálido y apariencia sutil; y debo recalcar que lo que me hizo fijarme más en ella fueron sus ojos, de un color negro intenso; debido al medicamento mi cabeza no trabajaba bien del todo pero sí recuerdo perfectamente su visita: llegó, se paró al pie de mi cama, y viéndome fijamente, me preguntó cómo me encontraba, luego observó los registros médicos que estaban anotados en mi carpeta, se acercó a mí y mientras me revisaba el suero con medicamento que me habían puesto en la vena y que me lastimaba mucho, sin preguntar, suavemente cambió el catéter de vena, mientras miraba a los pacientes de las otras camas y recuerdo que me dijo:

-Estarás bien, todavía no es tu turno.

Por lo que le pregunté: -Por qué dice eso?

Sin contestar mi pregunta, me dijo:

-Tienes que comer… recuperarte- con una voz que se me quedo grabada porque su tono era bajo, muy suave, era modulado y dulce. Entonces fue cuando la vi un poco mejor, su cabello me llamo la atención, ya que lo traía peinado en chongo y muy canoso, es raro ver actualmente a una mujer que tenga el cabello cano… y su piel se veía muy suave, y se sentía también muy leve, al tocarme sentí sus manos frías, pero lo adjudique en principio al suero que me estaban poniendo ya que lo sentía frío en las venas, cerré los ojos un par de minutos después que terminó de cambiar el catéter, y cuando los abrí ella ya no estaba ni junto a mi cama ni en la sala.

Por la mañana muy temprano, otra enfermera me preguntó quien me había cambado el catéter, ya que todos al hacer curaciones debían dejarlo registrado y había sido cambiado (¡vaya que sí!, ahora ya no me lastimaba) pero sin registro; le describí a la enfermera que me atendió en la madrugada, ya que no sabía su nombre (no se lo pedí) y ella y otra enfermera que llegó cuando la estaba describiendo, se miraron con cara de sorpresa y no dijeron nada, sólo se retiraron de inmediato, lo que me llamo la atención…

Ya estando en cama de Urgencias, finalmente me asignaron a Medicina Interna hasta 3 días después. Había cinco pacientes más en el cuarto, no más de 40 como de donde venía, al menos no estaré en un lugar abarrotado, como allá.

Sexta noche…

El día estuvo muy tranquilo, estuve un poco adormecida por los medicamentos, a las 9 de la noche, en la ronda normal, con mi hijo Mario presente, los doctores me dijeron de una intervención necesaria, un procedimiento quirúrgico para mejorar mi situación, que lleva sus peligros (incluso hasta la muerte), pero tendría que dar mi autorización, y no quería, por lo que les dije que necesitaba tiempo para pensarlo y hablarlo con mi hijo. Lo discutí un poco con él, que sí quería que lo hicieran, porque me veía muy mal y quería  que mejorara, pero a mí no me convencía, se despidió molesto, yo recé y me dormí.

Poco antes de las 10 de la noche, llegó una asistente de enfermera a checar mis signos vitales, como cada 3 horas pero como me ponían un medicamento para dormir un poco, por mi insomnio, apenas abrí los ojos, sin embargo sí la escuché decir:

-Su catéter se está zafando otra vez –por alguna razón (dijo la enfermera que por el medicamento) la dichosa aguja no podía quedar y me molestaba, salvo cuando lo arreglaba la enfermera de la noche en Urgencias, pero por la mañana me lo volvían a cambiar lastimándome en el proceso – Que se lo arreglen en el próximo turno.

Como a la 1 de la mañana (según mi cálculo por los rondines) me encontraba más dormida que despierta, y la vi de nuevo… la enfermera de Urgencias, aquí en Medicina Interna, al pie de mi cama, (pero viendo la que estaba a mi izquierda, vacía).

Volteó hacia mí y vi sus ojos obscuros entre la luz tenue que había en la habitación,  brillaban de manera especial, no sé explicarlo, pero a la vez que me daba miedo, me daban también confianza, así que traté de verla bien: peinada igual, y con su traje impecable, estatura media, un poco pasada de peso pero con movimientos ágiles, parecía que se deslizara en lugar de caminar.

Traté de encender la lámpara de la cabecera pero tomando mi mano suavemente, me dijo

-No, por favor… – así que no la encendí, y mientras ella me revisaba el goteo del suero y mi vena, sin verme apenas, me dijo que cambiaría el catéter que me estaba lastimando.  Le pregunté:

-Cómo te llamas?- ella manipulando las manos rápido, y volteando de reojo a verme, me dijo:

-Eulalia- y al terminar -recuerda que tienes que comer, te recuperarás ya lo verás- mientras me decía esto vi que observaba a las pacientes de las demás camas, pero como siempre, no la vi atender a nadie más, se dio la media vuelta, yo cerré los ojos y me quedé dormida.

En un rato más llegó la enfermera de turno, que venía a revisar y cambiar el catéter reportado por la anterior.  Me despertó al tomar mi mano y se quedó viéndola fijamente, me revisó la muñeca, donde me lo había puesto Eulalia, y volteando al ver que estaba despierta, me preguntó quien la había cambiado de lugar, y cuando le contesté que la enfermera Eulalia, con ojos de sorpresa dijo: -gracias- y salió rápidamente de la habitación sin más.

Sin entender, me quedé dormida hasta la mañana siguiente; ya en el desayuno, pensé que ¿cómo sabría la enfermera de noche, que seguía yo sin comer casi nada en el día? ¿Y además, siendo ella de Urgencias?

Más tarde llegó el médico y después de revisarme, me preguntó por la enfermera que me realizó la curación, por lo que le repetí lo que pasó la noche anterior; viéndome fijamente, el doctor me dijo que en el hospital no había ninguna Eulalia y que tal vez una enfermera me jugó una broma… pero lo importante era que lo que había hecho ella estaba muy bien.

Cuando Eulalia me arreglaba la aguja del suero, dejaba de molestarme por un tiempo, pero siempre por la mañana, cuando llegaba la enfermera de turno, al manipular los sueros y poner los medicamentos me la movía y lastimaba, hasta que Eulalia lo arreglaba en la madrugada.

El resto del día transcurrió con normalidad en compañía de mi hijo a quien no comenté nada sobre la enfermera, ya que teníamos otros asuntos más trascendentes que tratar, porque él ya no me quería ver tan mal como estaba y la única solución era aceptar la intervención quirúrgica, y yo no estaba de acuerdo, aunque me dijeran que tendría que quedarme en el hospital mínimo 2 meses si no me la hacían.

Para ver mi estado actual y tener más datos para tomar una decisión, me tomaron cinco muestras de sangre (5 piquetes más) para análisis y varias placas de rayos X, fue lo más importante de ese día y quedaba pendiente la decisión, que yo sospechaba que, al final, si empeoraba, ellos la tomarían y me llevarían al quirófano, aprobado por mí o no…

Séptima noche…

Me dieron mi medicamento y me quede dormida… por la madrugada entre mi sueño sentí que había alguien ahí, y abrí los ojos y era ella… Eulalia de nuevo, pero ella no llegaba a la carrera ni me curaba bruscamente, como las otras, ella sólo estaba ahí cuando abría yo los ojos y en cuanto la veía, se acercaba a revisarme y arreglar o cambiar el catéter y darme ánimos y consejos.

Entre sueños, le pregunté qué hacía una enfermera de Urgencias en el piso de Medicina Interna, o viceversa, y por qué me había atendido desde Urgencias, ya que eso era raro. Ella viéndome mientras me cambiaba de vena, me respondió con su voz suave y tenue:

-Porque estoy ayudando en todos lados del hospital donde siento que me necesitan y hoy me toca aquí- pero yo estaba muy adormilada para poder llegar a entender lo profundo de su respuesta, así que la dejé seguir haciendo lo que hacía sin hablar y al terminar agregó mientras me acariciaba el hombro:

-Recuerda que la muerte no se contagia, las enfermedades sí, tú estarás bien, aún no es tu turno. – mientras miraba a la paciente de la cama a mi izquierda, (noté que dibujó una sonrisa muy sutil, apenas perceptible) que había llegado en la noche, unas horas antes, pero curiosamente, a ella ni la revisó, de hecho, nunca la vi revisar a nadie más.

Por el tranquilizante que me ponían para dormir, no entendí (pero lo que me decía y lo que hacia se me quedaba grabado) y me dormí de nuevo.

Más tarde, mi vecina, la paciente de la izquierda empezó a toser, como yo tosía las 24 horas del día, luego tosía cada vez más fuerte  y se oía que se ahogaba.

Vino la enfermera de noche, llamó a un doctor, éste llamó a otro, le dieron reanimación, una enfermera se montó sobre la paciente para darle masaje al corazón, luego un médico, de pie a su lado izquierdo también le dio RCP.

Todas las pacientes del cuarto estábamos despiertas y angustiadas, atentas a lo que estaba sucediendo ahí

Trajeron muchos aparatos, como los que se ven en películas o la TV, entonces, la enfermera que operaba una de las máquina no encontraba algo en el carro y volteando a verme con cara de preocupada, solo me dijo:

-Usted perdone –

mientras tiraba de los parches de electrodos que tenía yo en el pecho y con los que me monitoreaban, ajustando todo a la paciente en crisis.

Luego con el desfibrilador le dieron los choques varias veces pero no reaccionó…

Fue impresionante, sobre todo, porque después de muchos minutos, no pudieron salvarla y falleció.

Algo me hizo voltear y a través de los cristales de la ventana al pasillo vi a Eulalia que observaba la escena atentamente, aunque inexpresiva y entonces volteó a verme directamente y me hizo una señal con la mano, que guardara silencio y que yo interpreté como: “tranquila, tú estás bien”, voltee a la cama con los médicos y regresé la vista a la ventana sólo un segundo después, y ya no la vi.

Lo que más me impactaba era que la paciente que murio tenía lo mismo que yo, pero acababa de ingresar unas horas antes; en ese momento entró en mí la idea de cambiar de opinión y aceptar el procedimiento quirúrgico…

El resto de la madrugada y después que se llevaron el cuerpo, las demás pacientes ya no pudimos dormir, pero tampoco comentamos nada, sólo nos veíamos de cuando en cuando unas a otras y seguimos en silencio esa madrugada y toda la mañana. A todas nos afectó mucho ser testigos de una muerte así, (y diré que en la situaciónque estábamos nos caló profundo).

Al día siguiente el médico que me informó de la necesidad de la intervención vino por la respuesta, le pedí que permitiera que llegara mi hijo para volver a hablarlo con él y tomar ya la decisión.

Haciendo un gesto de aceptación, me dijo que me tomarían otra placa para ver el daño en mis pulmones y, poco después, asombrados los médicos (en grupo), vinieron y me informaron que el agua de mis pulmones se había reabsorbido (de un día para otro, ya que me estaban tomando placas todos los días), y que ya no necesitaban hacer el procedimiento que me habían dicho, aunque no tenían explicación lógica a esto, pero que ahí estaban: mis pulmones limpios.

¡Ufff! Qué salvada, porque, además, me habían vaticinado unos dos meses en el hospital, y quizá ese procedimiento tendrían que hacerlo de todos modos y en ambos pulmones, y ahora, de un día para otro, ¡ya no era necesario! Y había posibilidades de salir en un par de días.

De todos modos me quedé el fin de semana en observación, pero además de la “normal”, parece que estaba en otra clase de escrutinio, ya que había gente que no había visto nunca pasar por ahí, y que pasaba lentamente por el pasillo o se quedaban unos momentos por fuera de la habitación y me observaban y hacían discretas señas a mi persona mientras hablaban entre ellos.

Fue muy incómodo, ya que no entendía por qué.

En el tiempo en que estuve en el hospital, Mario (mi hijo) teniendo que efectuar tantos trámites llegó a hacer amistad con algunos empleados y enfermeras. Uno de los empleados, Pepe, estaba tomando un café cuando Mario fue por unos papeles y le invitó un café y mientras se lo tomaban le dijo:

-Suerte la de tu mamá.

Volteando a verlo con extrañeza, Mario le pregunto: -¿Por qué?

-Porque cuando Eulalia atiende a una habitación, siempre hay una muerte y una curación extraña y rápida. A tu mamá le tocó la curación, y la cama contigua a la de ella fue la paciente que falleció, ya se sabe en todo el hospital.

Mi hijo con cara de sorpresa, ya que él todavía desconocía lo sucedido,no supo qué contestar, y preguntó,

-¿Quién es Eulalia?  ¿y de qué curación hablas? a mi madre la operarán

Con una sonrisa el empleado le dio el papel que buscaba mi hijo mientras le decía,

-¡Ya no! – entonces Pepe, casi relamiéndose por lo que iba a contar dijo,

-Anoche llegó una paciente con el mismo problema que tu mamá, la pusieron en la cama contigua, unas horas después se puso grave, no pudieron salvarla y falleció.

En tanto que tu mamá necesitaba con urgencia que le hicieran un procedimiento quirúrgico para tratar de salvarle la vida, porque no se los dijeron, pero sí estaba muy grave. Resulta que en la radiografía de hoy, sus pulmones estaban bien, sanos y no habrá necesidad de hacerle nada…

En eso llegó una enfermera y se metió en la conversación.

-Pero lo que no sabes, Mario, es que Eulalia fue una enfermera que murió en servicio tratando de salvar un paciente que entró en paro cuando ella se encontraba sola en el ala de guardia, y aunque sí salvó al paciente, el esfuerzo hecho y su edad le provocaron un paro a ella, y desde entonces se aparece días antes de un fallecimiento y cuando comienza a atender una habitación, alguien se recupera ahí, (así como yo), y alguien de la misma habitación fallece… pero nunca sabemos a quién le va a tocar qué…

Pepe le arrebató la palabra,

-Como siguió a tu mamá desde Urgencias y estaba grave, todos pensábamos que ella seria quien fallecería, pero se nos fue una paciente recién ingresada ¡cosas de Eulalia!

Quedando sin palabras, mi hijo se acabó el café y fue a contarme esta plática y a preguntarme que había pasado.  Él ha sido escéptico, pero después de contarle lo que estuvo pasando en las noches anteriores, lo creyó, y parece que se ha vuelto más creyente de estos temas, y yo, beneficiaria de la extraña curación debida a Eulalia, también he reafirmado mi fe.

Décimo primer día

Hoy, casi repuesta a punto de salir y agradecida a quien quiera que haya intervenido en mi mejoría, agradezco a Eulalia su elección. No la volví a ver  en los días siguientes a ése, lo que no sé si agradecer o entristecerme  por no poder darle las gracias por su intervención.

Acabo de salir del hospital y son pasadas las seis de la tarde, voy despacio tomada del brazo de mi hijo Mario, y algo en el ambiente me hace voltear al hospital, específicamente a la puerta por donde acabamos de salir, y casi me caigo, porque en la puerta, frente a nosotros veo a Eulalia moviendo su mano en señal de despedida y casi puedo jurar que a su lado está mi vecina de cama… la paciente que murió el día de los hechos, Eulalia con una sonrisa y ella con cara de sufrimiento, tomadas de la mano… al recomponerme, le digo a mi hijo y volvemos a voltear pero ya no están… nos vamos de ahí, yo rezando por no regresar… JAMÁS.

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***

© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, ©Daniel Alvarez Benitez
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EL FLECHAZO. SUSSY Y SUS HISTORIAS (2)

 

(Voy a hacer una presentación de Sussy, por si aún no han leído https://serunserdeluz.wordpress.com/2016/09/10/sussy-y-el-sr-h/

Los que ya leyeron esa historia, no crean que es la misma, aunque empiece muy parecida.

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secretaria-ad-hoc

Sucedió hace muchos años, antes de las computadoras personales, los teléfonos celulares e internet. Sussy, nuestra protagonista, trabajaba en una gran empresa trasnacional, era una muchacha muy atractiva, secretaria del Director General, por lo tanto, todos los empleados, jóvenes recién recibidos o a punto de serlo, la rondaban, pero no se atrevían a acercarse demasiado. Sólo la observaban de lejos.

En la oficina había un chiste con Sussy como protagonista, debido a sus exuberantes atributos femeninos; se decía que cuando veías a todos los muchachos de contabilidad, auditoría, contraloría y presupuestos (unos 250 jóvenes) mover la cabeza de arriba abajo al unísono, era que Sussy pasaba corriendo por el pasillo. Cuando ella se enteró, trataba de no correr por el pasillo,  pero su jefe todo lo quería “para ayer”, copias fotostáticas incluidas y para ir sacarlas, tenía que pasar por el pasillo y si no correr, al menos caminar muy rápido, eso sí, con la vista al frente nunca volteando hacia donde estaban los muchachos que la observaban al pasar.

Había estado enamorada platónicamente de su jefe, pero eso ya había pasado, al ver y saber que nunca iba a suceder nada entre ellos, debido a que él era casado. Luego tuvo un novio que le resultó casado, así que no quería saber nada de romances.

Ella siempre iba a comer sola, porque las otras secretarias la envidiaban y odiaban, estaba acostumbrada a no tener amigas. Por otro lado los muchachos no se atrevían a hacer nada más que saludarla y despedirse amablemente de ella; sólo hablaban cuando había algún asunto de trabajo que tratar.

Uno de tantos días en que tenía que ir a sacar copias, la vista al frente, como siempre, no pudo evitarlo, algo la hizo voltear y se encontró con unos ojos verdes mirándola fijamente directo a sus ojos, no como todos los demás; quizá por eso tuvo que voltear, sintió la mirada directa.

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El dueño de esos “Ojazos” verdes le sonrió con la vista y con los labios, una pícara pero respetuosa sonrisa, y bajó la cabeza en un saludo. Ella hasta el paso perdió y respondió de la misma manera, se recompuso y siguió rápidamente su camino simulando ver los papeles que iba a copiar.

Varios compañeros le informaron al “nuevo” que ella era la secretaria del Gran Jefe, muy seria y ni caso había de pretenderla, él les agradeció el consejo y siguió su trabajo, con la intención de que ella fuera su novia o algo más… se vale soñar.

Sussy, al regreso, no pudo evitar mirar de reojo a los ““Ojazos” verdes”, otra sonrisa y saludo, otra respuesta, ahora con una sonrisa incluida. Él quedó satisfecho y los otros admirados y envidiosos.

““Ojazos”” fue haciendo amistades, era un chico muy agradable, desde el primer día un grupo de los compañeros lo invitaron a ir a comer con ellos. Al siguiente día de quincena, fueron a un mejor restorán que la fonda de costumbre y vieron a Sussy sentada sola en un rincón.

“Ojazos” no lo pensó y se dirigió a ella.

-Hola ¿esperas a alguien?

Ella trató de que no le temblara la voz –No, a nadie, voy a comer sola, como siempre.

-¡Pero cómo! No puede ser que comas sola, por favor ven, únete al grupo.

Ella no sabía qué hacer, no sabía si era bueno o malo que en el grupo estuviera la secretaria de Contabilidad, tomó una respiración profunda y se levantó, él separó la silla, la dejó pasar primero y puso su mano en su espalda, el choque eléctrico lo sintieron ambos.

“Ojazos” se aclaró la garganta y quitó la mano, llegaron a la mesa del grupo, él por supuesto puso una silla junto a la de él, esperó a que se sentara y arrimó la silla a la mesa. Risitas disimuladas de todos.

-Uy, que caballero me saliste- la secre de Contabilidad dijo con sorna.

Ambos la ignoraron. Vino la mesera, ordenaron y la plática era general, “Ojazos” (se le quedó ese nombre en la mente de Sussy, aunque su nombre era Jaime) sólo le prestaba atención a ella.

Regresaron a la oficina, todo siguió normal, pasaron los días y “Ojazos” a veces iba a platicar con ella, en ocasiones la invitaba a ir a comer o a tomar café a la salida, siempre en grupo, pero nada más y Sussy ya estaba ansiosa que la invitara a salir en una cita, solos ellos dos, pero ¡nada! Ella sabía que le gustaba a Jaime, pero el chico no se decidía, ella se preguntaba por qué, ya que era evidente que iba a ser aceptado.

Ya había ido, en su calidad de secretaria del Gran Jefe, al Departamento de Personal y revisado el expediente de “Ojazos”/Jaime, vio que era de Guanajuato, soltero, un año menor que ella, estudiaba contabilidad, y tenía ya su carta de pasante. Soltero, eso era lo que más le interesaba, no quería otra decepción con un casado, aunque no llevaba anillo, ni marcas de haberlo llevado, eso no era garantía, bien lo sabia por amarga experiencia propia.

Finalmente un día, después de la hora de salida, ya que la puerta de la calle se había cerrado con llave y había que llamar a Seguridad para que la abrieran, esperando en un pequeño espacio, Jaime vio que Sussy estaba lista para salir, él se apresuró, pasó por su cubículo y se despidió, a ella le saltó el corazón, iban a salir juntos.

Él se tardó un poco para pedir que le abrieran, cuando la vio por el pasillo, llamó y la esperó para bajar juntos por la escalera. Esperaron al pie y cuando el guardia abrió, tuvieron que apretarse contra la pared, él le respiró en el cuello, ella se estremeció.

Salieron, ella se dirigió a tomar su transporte, él iba hacia el estacionamiento.

-¿A dónde vas?

-A mi casa.

-¿Tan temprano y ya a encerrarte?

-Puessss, sí, no tengo a dónde más ir, hoy no tengo clase de inglés.

Con una sonrisa pícara de las que sólo él podía tener -¡Falta de confianza! Te invito un café o al cine… –la miró expectante.

Ella había esperado este momento desde hacía semanas.

-No ssée…

Él se lanzó, la tomó del brazo, cambiando la dirección en la que ella iba.

-Vamos al cine, están estrenando una película buenísima.

-¿Sí? ¿cuál?- ya no lo pensó, caminó con él y de hecho aceptó ir al cine.

-Ehhh, no recuerdo el nombre, pero llegamos y si no te atrae elegimos otra.

Sussy no pudo menos que soltar la carcajada y “dejarse convencer” (nada difícil, puesto que era lo que ella esperaba).

-Jajaja, vamos pues.

Llegaron a su auto, él, todo caballeroso, le abrió la puerta y la cerro una vez que ella se acomodó en el asiento, cuando estuvo frente al volante la miró con “esa mirada” entre pícara y cariñosa que ella adoraba tanto.

-¿Vamos al Cine México?

-Sí, está bien- ella se estaba poniendo nerviosa, notó que él también lo estaba.

Al entrar a la sala ya oscura él la guió (ella sentía la calidez y el ligero temblor de su mano en su brazo) a los asientos de arriba y atrás, ella se dejó llevar.

Se sentaron en medio de la fila, él la ayudó a quitarse el saco e hizo lo mismo

-¿Quieres un refresco, chocolates, palomitas, algo?

Sussy sólo pudo negar con la cabeza, estaba nerviosa, él lo estaba más, la tensión crecía, ella esperando… algo, él deseando besarla y no atreviéndose, los dos mirando a la pantalla, pero de reojo viendo al otro.

Finalmente Jaime levantó el brazo para ponerlo sobre el hombro de Sussy, a ella se le cortó la respiración.

Jaime lo retiró antes de tocarla, deseando que el piso se lo tragara.

–Te voy a marear.

Sussy no podía regular su agitada respiración, quería gritarle:

-¡Abrázame! No me dejes así… el olor de tu sudor me excitó más ¡¡¡quiero que me beses!!!

A Jaime, odiándose por no haberse puesto desodorante al salir de la oficina, le temblaban las manos, le sudaba la frente, y todo el cuerpo, haciendo más fuerte ese aroma de sudor que Sussy percibía y disfrutaba, pues la excitaba mucho.

Finalmente él no soportó más la tensión de ambos y la urgencia de besarla, la abrazó con el brazo izquierdo y su mano derecha la colocó en sus mejillas, aunque se resistiera por su olor, no iba a dejarla ir sin al menos besarla, aunque lo abofeteara, ¡tenía que besarla! Aunque fuera una sola vez..

Sussy percibió el aroma del sudor masculino, el brazo sobre sus hombros, la mano apretándole las mejillas ¡cómo si fuera necesario! Su cuerpo temblaba su respiración se dificultaba, esperó esos labios que tanto había deseado.

Se dieron el beso más tierno y apasionado, Jaime al ver que ella no se resistía, sino por el contrario le devolvía el beso apasionadamente, le soltó la cara y puso la mano sobre su hombro, ella interpuso su brazo para poder acariciarle la cara y no permitirle bajar la mano a dónde ésta iba dirigida.

El beso pasaba de la ternura más dulce a la pasión más desatada, Jaime introdujo su lengua en la ansiosa boca de Sussy, ella gimiendo se entregaba toda en ese beso que prácticamente duró todo lo que restaba de la película con pequeñas interrupciones porque las manos de Jaime estaban muy inquietas y Sussy tenía que detenerlas, le decía

– No, no.

Él se detenía unos segundos, pero en seguida volvía a buscar esa boca deliciosa que lo estaba volviendo loco y a tratar de acariciarla más íntimamente, hasta pensó pedirle que fueran a otra parte, pero se veía que ella no era “de ésas”, así que se abstuvo, sólo trataba de acariciarla, pero ella no se lo permitía.

La película se terminó, se encendieron las luces y ellos aún seguían en el apasionado beso y la lucha entre él que la quería acariciar toda y ella, que no lo dejaba hacerlo.

Finalmente se dieron cuenta de que ya había luz, se separaron ella se acomodó la blusa y la falda que en la lucha habían quedado torcidas. No quería levantar la vista, pero él la tomó de la barbilla y le levantó cariñosamente la cara.

-Oye, me gustas mucho, me tienes loco desde la primera vez que te vi.

Ella se sonrojó y bajó la vista –Tú también me gustas desde esa vez.

Recuperaron el aliento y salieron los últimos.

Sussy vio su reloj y se angustió – ¡Mi madrina me mata!

-¿Por qué?

-Porque ya casi son las 10 y tengo que llegar a las 9 a más tardar.

-Pues vamos rápido – él manejó lo más rápido que era permitido y la pensaba dejar frente a su casa.

-No, por favor, déjame en la esquina, si mi madrina me ve llegar en coche y a estas horas, me mata.

-Como quieras, te espero por si tienes problemas, aquí estaré una media hora.

-No, no es necesario, tampoco me va a correr, sólo va a hacer drama y me va a gritar, pero nada más, gracias.

Él la besó en la boca, pero ya sin pasión para no volver a agitar las aguas.

-Hasta mañana.

-Hasta mañana hermosa – él se iba a bajar para abrirle la portezuela, pero ella lo detuvo.

-No por favor, no quiero que alguien nos vea.

Sussy iba a abrir la portezuela, se iba a bajar, pero su mano temblaba, no la abría, su respiración volvió a agitarse, pero esta vez por una razón muy distinta. Empezó a mover la manija…

Se detuvo,

pensó en irse no más

o…

No podía decidirse,

su mano se detuvo a medio camino,

luego, de golpe, se decidió;

abrió la portezuela

y de espaldas a Jaime,

le dijo de golpe:

-Esto no es serio.

Jaime se asombró, seguro que no había oído bien.

-¿Cómo? Te juro que…

-Que esto no es serio, tú puedes salir con quien quieras y yo lo mismo… sin pleitos ni celos, si quieres que volvamos a salir y yo también, saldremos, pero sin compromiso.

Salió rápidamente y cerró la portezuela. Corrió a su casa, llegó llorando, sollozando amargamente, pero fue algo que tuvo que hacer para proteger su herido corazón, Jaime era muy atractivo, muchas chicas andaban tras él y ella no iba a soportar que él coqueteara o saliera con otras a escondidas, así que mejor que lo hiciera abiertamente, ya no quería tener una relación exclusiva, porque nunca lo eran, porque los hombres son infieles por naturaleza y ella lo amaba profundamente, estaba apasionadamente enamorada de él, pero ya no quería sufrir otra decepción…

Jaime se había quedado sin palabras, no le pudo decir nada antes de que cerrara la portezuela y echara a correr. Tardó un rato en poder cerrar la boca, dio un arrancón y casi choca 3 veces en su camino a casa.

-¡¡No es serio!! ¡¡puedo salir con quien quiera!! ¡¡y ella también!! ¡de qué se trata?

Sussy pasó la mitad de la noche llorando y la otra mitad soñando despierta que vivía un gran romance con Jaime, el amor de su vida…

Continúa en:  https://serunserdeluz.wordpress.com/2016/09/20/sussy-y-sus-hi-storias-3-el-flechazo-ii/  UNA LARGA NOCHE

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CDMX Septiembre, 2016

© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller. Todos los derechos reservados.

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Imágenes tomadas de internet.

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

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