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UN EXPERIMENTO EXITOSO (EDITADO)

 © Condiciones la final

Hola amigos, de nuevo con ustedes, y casi saliendo de la gripe, ahora quiero compartirles un cuento que ya había publicado cuando conocía a muy pocos de ustedes. Aquí va de nuevo (editado) para quienes no lo hayan leído.

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UN EXPERIMENTO EXITOSO. CUENTO EDITADO

-¡Debes estar bromeando!, ¡no puedes traer nuevamente a la vida a un Australopitecus!

-¡Claro que sí puedo!

La doctora Melba MacIntosh miró desafiante a su ex maestro, el famosísimo  y casi anciano Dr. Charles White.  Ambos estaban tomando una taza de café recién hecho, para darse un descanso en su investigación paleo genética.

-Recuerdas esa película de Spielberg de finales del milenio pasado acerca de revivir dinosaurios?  Eso no era sólo ciencia ficción, sino una posibilidad científica y tú lo sabes.

-Sí, sí -respondió el maestro en tono cansado, rascándose el abundante pelo cano que lo hacía parecerse a Einstein – sé perfectamente que después de los trabajos de Pellegrino, Poinar y Hess, que inspiraron la novela de Crichton y, sobre todo, después de la película de Spielberg, ha habido muchísimas investigaciones y experimentos con el ADN encontrado en los mosquitos y otros insectos fosilizados en el  ámbar  y con el ADN de huesos pertenecientes a la era  Mesozoica ¡lo que hace una película!- movió la cabeza en total desaprobación -Por supuesto que sé, todos nosotros sabemos, que, si queremos, podemos revivir cualquier ser vivo de esa época y ésa es la principal razón de nuestras investigaciones… pero, ¿revivir a un Australopitecus? -la miró asombrado -Melba, piénsalo‚ eran casi humanos, ¿no has tomado en cuenta la ética científica?

Ella, como si no lo hubiera escuchado, insistió -la tecnología actual…

-Tecnología es una cosa, y la ética es otra; no lo olvides nunca -la regañó.

El viejo doctor en genética paleontológica observó atentamente a su antigua alumna, ahora su compañera de investigación, quien, hacía mucho tiempo, en su época de estudiante, se destacaba como la primera de su clase de ingeniería genética; también era la más curiosa e inquieta; pero ahora, en su edad madura, se había vuelto cínica, ambiciosa y frustrada, conforme pasaba el tiempo y no lograba un éxito en su carrera.

Melba respondió amargamente -¡ética!, ¿por casualidad conoces a algún científico actual que sepa «con qué se come»?-dio un mordisco a su dona con chocolate, como desquitándose  con ella.

-Conozco a muchos, niña, casi todos mis maestros…

Ella odiaba que la llamara niña o pelirroja, como cuando era estudiante, porque sentía que la minimizaba -Por favor, Charlie- se desquitó – todos ellos están muertos.  ¿Puedes nombrar  siquiera a un científico vivo, que en este tercer milenio se comporte de acuerdo con esa ética que tú trataste de enseñar en el milenio pasado?

El Dr. Charles White permaneció silencioso.  No, en este principio del tercer milenio, no parecía haber un sólo científico que se guiara por la vieja ética (¿es que la ética tenía una «moda»?), porque lo único que buscaban era la fama, el poder, el dinero.  Después de todo, ¿qué‚ era lo que Melba le estaba proponiendo?, ¿es que la había entendido bien?

-Dime, Melba, ¿exactamente qué‚ es lo que te propones hacer?

-Es muy fácil, maestro. -aún le llamaba así cuando trataba de convencerlo de algo y se sentía en desigualdad de circunstancias -Sólo quiero desarrollar el ADN casi humano que descubrimos en la sangre de esos mosquitos hallados en el  ámbar perteneciente al período en que evolucionaron los Australopitecus y mezclarlo con el ADN que podemos extraer de los huesos de los propios Australopitecus que fueron encontrados en las cercanías. Luego, con la mezcla de ambas muestras, podemos reconstruir el ADN completo de uno de nuestros ancestros -lo miró para comprobar si lo estaba convenciendo – y luego podemos inocular ese ADN en un óvulo de una chimpancé‚ al que se le haya extraído toda la información genética, y regresarlo al útero de la madre anfitriona…­y el resto se desarrollará  por sí mismo- terminó triunfante.

-¿Y luego qué?- el Dr. White colocó su taza vacía en la mesa y se levantó un tanto dificultosamente, a causa de su artritis (lo nuevos medicamentos químicos la controlaban, pero no la eliminaban por completo) y se dirigió al laboratorio.  Prefería continuar con su trabajo a hablar de tonterías con Melba.

-Luego, sabremos cómo eran realmente; cómo se comportaban; podríamos averiguar que tan inteligentes eran; ver de que manera están relacionados con nosotros, si es que lo están… -puso más énfasis en sus siguientes palabras -¡y también podríamos ser famosos!

Melba dejó su taza, se limpió boca y manos con una servilleta y también se levantó y caminó apresuradamente para alcanzar al Dr. White y entrar junto con él al laboratorio.

-¿Realmente crees que podríamos averiguar su auténtico comportamiento?, él o ella aprenderían de nosotros y se contaminarían con nuestra cultura.

-NO- se defendió ella – porque los tendríamos (preferiría desarrollar una pareja) aislados en…

-¿En una isla, como los dinosaurios de «Jurasic Park»?- se burló él.

-¡Sí!

En vista de que Melba lo estaba desafiando, El Dr. la ignoró y volvió a su trabajo, dando por terminada la discusión con su hosco silencio.

II

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Melba en cuanto llegó a su Laboratorio de Paleo genética,  fue ir a ver al Dr. Mike Larabee, Jefe del Laboratorio de Fertilidad, para empezar a trabajar en su idea ese mismo día.

-Sí, Mike, prefiero inocular este ADN en un óvulo de chimpancé (aunque no tenga su información genética)‚ que hacerlo en un óvulo humano, es mejor crear lo que  consideren un chimpancé más inteligente, a que sea calificado de humano casi idiota -trató de bromear -¿no crees?  Por cierto, ¿estás consciente de que nadie en tu laboratorio debe saber acerca de nuestro «experimento austral»?

Examinó los matraces y las pipetas con las que estaba trabajando su colega y amigo, tratando de quitarle importancia a lo que le estaba diciendo.

El Dr. Larabee la observó un tanto divertido – Por supuesto, querida; no tengo la menor intención de ser considerado como el «científico loco» -le sonrió suavizando sus palabras, para que no se sintiera ofendida y prefirió cambiar de tema.

-Hablando de algo menos insólito, ¿ya se ocupó mi nueva asistente  de  extraer tu óvulo?

Ella negó con la cabeza.

-Bien, según mi calendario, hoy es la fecha, así que ve a que lo haga, para que lo podamos fertilizar in vitro y colocarlo en tu  útero, tan ansioso de maternidad.

Ella se enfurruñó un poco.

-No te burles, Mike, como soltera que soy y estando por cumplir los cuarenta, es lo más natural que desee tener un bebé y, ya que trabajo aquí, sería muy tonto de mi parte no aprovecharlo; así que he elegido como padre de mi hijo a uno de los científicos más grandes del milenio pasado, para que mi hijo herede su genio; gracias a los bancos de semen, no importa que haya muerto hace más de medio siglo- se levantó y recogió el expediente que había llevado para mostrarle al Dr. Larabee -precisamente, en este momento voy a ver a Liz, tu nueva y joven asistente, para que extraiga mi óvulo y lo fertilice in vitro.  Por cierto, ¿cuándo  harán  lo propio con el óvulo de la chimpancé?

-Hoy mismo, no te preocupes- la tranquilizó el Jefe del Laboratorio de Fertilidad.

Anticipándose al placer que le proporcionarían el dar a luz un bebé genio y, casi al mismo tiempo, revivir a un Australopitecus, Melba salió del laboratorio del Dr. Larabee y se dirigió al de Liz, su asistente.

A pesar de que las dos mujeres no congeniaban mucho, Melba permitió a Liz extraer su óvulo (gracias a Dios ahora el procedimiento era sumamente sencillo) y se fue a casa a descansar un poco.

III

Cinco minutos antes de las cinco de la tarde, Liz estaba ansiosa de terminar su trabajo, checar su tarjeta de salida e irse a bailar con su nuevo novio.

Usualmente, al final de cada día, ella fertilizaba y clasificaba más de 20 óvulos  etiquetando las cajitas correspondientes; ya se estaba sintiendo aburrida de hacerlo.

-John, por favor tráeme dos cajitas de Petri, ¿quieres?- gritó Liz, mientras terminaba de fertilizar y clasificar los óvulos de ese día.

John, un adolescente atarantado, caminó pesadamente hacia donde se guardaban las pequeñas cajas de Petri, tomó dos de ellas y se las dio a Liz.

-Gracias, Johnny, ya sólo me falta hacer dos fertilizaciones más y me iré a bailar con mi galán -aunque John no la escuchaba, ella seguía contándole sus confidencias -es la primera vez que voy a ir con él a un baile de primavera ¿no es maravilloso?

Sin saber acerca del experimento de Melba, Liz, siguiendo las instrucciones de su jefe, cuidadosamente fertilizó un óvulo de chimpancé, marcado «CH», con un ADN que estaba marcado «AUST», lo colocó en una cajita de Petri y estaba a punto de etiquetarla con los mismos códigos, cuando sonó su teléfono.

Acomodándose la larga y oscura cabellera atrás de la oreja, contestó  -¿bueno? … ­¡hola  mi  amor!-  se  iluminó su cara -Estaré lista en un minuto, te encuentro a la salida.

Guardó su teléfono, rápidamente fertilizó el óvulo de Melba con el semen de un gran científico y apresuradamente escribió MM+AE en una etiqueta y llamó a John, mientras se quitaba la bata blanca y se arreglaba el cabello y el vestido.

-Johnny querido, ¿me harías un favor? -sin esperar respuesta le dio instrucciones -etiqueta esas dos cajitas, la de la izquierda con la etiqueta CH+AUST y la otra con la que dice MM+AE; las etiquetas ya están escritas, sólo pégalas a las cajitas, ¿sí?

John la siguió con la mirada mientras ella corría a la puerta y, con su sexi y atractiva imagen  aún en la mente, que lo hacía darse cuenta de que la primavera acababa de empezar, hizo lo que ella le había pedido.

A su debido tiempo, el óvulo fertilizado de Melba fue colocado en su matriz y el lapso del embarazo empezó su cuenta regresiva, un día antes de que Mike implantara el óvulo Australo/chimp en la matriz de la chimpancé, para, por fin, llevar a cabo el inusual experimento de Melba.

Conforme pasaban los días y las semanas, Melba se emocionaba más y más  por su experimento con el Australo/chimp y, por supuesto, con su futuro bebé-genio.

IV

La primera semana de diciembre Melba fue al hospital a checar a mamá chimp, como la llamaba cariñosamente, y para que Mike le hiciera a ella uno de los últimos exámenes antes de la fecha de su parto, esperado 3 semanas después.  Mike iba a atender los dos nacimientos.

-Mike, ¿cuando será  posible hacerle la primera prueba de IQ a mi bebé?- preguntó mientras el Dr. Larabee la examinaba.

-Paciencia, no comas ansias -rió el Dr.- todo a su tiempo, madre del futuro genio- se burló cariñosamente.

Melba un poco enfurruñada se levantó de la mesa de observación, se vistió y se retiró a su casa, a seguir tejiendo chambritas para su bebé e ilusiones acerca de su éxito científico debido al Australochimp, como había dado en llamarlo.

Unos días antes de Navidad, cuando Melba, el Dr. White (un poco a regañadientes) y el Dr. Larabee estaban en el quirófano esperando ansiosamente el tan anhelado nacimiento del Australochimp, Melba empezó a sentir las primeras contracciones previas a su propio parto, con tres semanas de adelanto, pero decidió quedarse para ver a su tan esperado Australopitecus bebé, ya que Mike estaba empezando a practicarle la cesárea a mamá chimp y ella todavía tenía tiempo, antes de su propio alumbramiento, 

Mientras duró la cesárea, los tres científicos aguardaban expectantes.

Finalmente, ante los asombrados espectadores, Mike sacó el bebé fuera del vientre de mamá chimp.

El Dr. White casi se muere de un infarto.

Melba se desvaneció,  cayó al suelo inconsciente y empezó su trabajo de parto.

Mike casi soltó al hermoso bebé…

V

Después de atender el parto de Melba, el Dr. Mike Larabee anunció:
El experimento de la Dra. Melba McIntosh ha sido un perfecto éxito…

 

bebe chimpance

***

Puebla, Pue., Octubre 25 de 1999/ 15 de enero de 2017.

***

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© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller

Puedes copiar y publicar este artículo, siempre y cuando pongas el enlace a él, no lo uses con fines comerciales, no lo modifiques, no quites el © ni este último párrafo que le sigue, enlaces incluidos.

Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

foto Angel Sosa

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UN EXPERIMENTO EXITOSO. CUENTO

 © Condiciones la final

 

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-¡Debes estar bromeando!, ¡no puedes traer nuevamente a la vida a un Australopitecus!

-¡Claro que sí puedo!

La doctora Anne MacIntosh miró desafiante a su ex maestro, el famosísimo  y casi anciano Dr. Charles White.  Ambos estaban tomando una taza de café recién hecho, para darse un descanso en su investigación paleo genética.

-Recuerdas esa película de Spielberg de finales del milenio pasado acerca de revivir dinosaurios?  Eso no era sólo ciencia ficción, sino una posibilidad científica y tú lo sabes.

-Sí, sí -respondió el maestro en tono cansado, rascándose el abundante pelo cano que lo hacía parecerse a Einstein – sé perfectamente que después de los trabajos de Pellegrino, Poinar y Hess, que inspiraron la novela de Crichton y, sobre todo, después de la película de Spielberg, ha habido muchísimas investigaciones y experimentos con el ADN encontrado en los mosquitos y otros insectos fosilizados en el  ámbar  y con el ADN de huesos pertenecientes a la era  Mesozoica ¡lo que hace una película!- movió la cabeza en total desaprobación -Por supuesto que sé, todos nosotros sabemos, que, si queremos, podemos revivir cualquier ser vivo de esa época y ésa es la principal razón de nuestras investigaciones… pero, ¿revivir a un Australopitecus? -la miró asombrado -Anne, piénsalo‚ eran casi humanos, ¿no has tomado en cuenta la ética científica?

Ella, como si no lo hubiera escuchado, insistió -la tecnología actual…

-Tecnología es una cosa, y la ética es otra; no lo olvides nunca -la regañó.

El viejo doctor en genética paleontológica observó atentamente a su antigua alumna, ahora su compañera de investigación, quien, hace mucho tiempo, en su época de estudiante, se destacaba como la primera de su clase de ingeniería genética; también era la más curiosa e inquieta; pero ahora, en su edad madura, se había vuelto cínica, ambiciosa y frustrada, conforme pasaba el tiempo y no lograba un éxito en su carrera.

Anne respondió amargamente -¡ética!, ¿por casualidad conoces a algún científico actual que sepa «con qué se come»?-dio un mordisco a su dona con chocolate, como desquitándose  con ella.

-Conozco a muchos, niña, casi todos mis maestros…

Ella odiaba que la llamara niña, como cuando era estudiante, porque sentía que la minimizaba -Por favor, Charlie- se desquitó – todos ellos están muertos.  ¿Puedes nombrar  siquiera a un científico vivo, que en este tercer milenio se comporte de acuerdo con esa ética que tú trataste de enseñar en el milenio pasado?

El Dr. Charles White permaneció silencioso.  No, en este principio del tercer milenio, no parecía haber un sólo científico que se guiara por la vieja ética (¿es que la ética tenía una «moda»?), porque lo único que buscaban era la fama, el poder, el dinero.  Después de todo, ¿qué‚ era lo que Anne le estaba proponiendo?, ¿es que la había entendido bien?

-Dime, Anne, ¿exactamente qué‚ es lo que te propones hacer?

-Es muy fácil, maestro. -aún le llamaba así cuando trataba de convencerlo de algo y se sentía en desigualdad de circunstancias -Sólo quiero desarrollar el ADN casi humano que descubrimos en la sangre de esos mosquitos hallados en el  ámbar perteneciente al período en que evolucionaron los Australopitecus y mezclarlo con el ADN que podemos extraer de los huesos de los propios Australopitecus que fueron encontrados en las cercanías. Luego, con la mezcla de ambas muestras, podemos reconstruir el ADN completo de uno de nuestros ancestros -lo miró para comprobar si lo estaba convenciendo – y luego podemos inocular ese ADN en un óvulo de una chimpancé‚ al que se le haya extraído toda la información genética, y regresarlo al útero de la madre anfitriona…­y el resto se desarrollará  por sí mismo- terminó triunfante.

-¿Y luego qué?- el Dr. White colocó su taza vacía en la mesa y se levantó un tanto dificultosamente, a causa de su artritis (lo nuevos medicamentos químicos la controlaban, pero no la eliminaban por completo) y se dirigió al laboratorio.  Prefería continuar con su trabajo a hablar de tonterías con Anne.

-Luego, sabremos cómo eran realmente; cómo se comportaban; podríamos averiguar que tan inteligentes eran; ver de que manera están relacionados con nosotros, si es que lo están… -puso más énfasis en sus siguientes palabras -¡y también podríamos ser famosos!

Anne dejó su taza, se limpió boca y manos con una servilleta y también se levantó y caminó apresuradamente para alcanzar al Dr. White y entrar junto con él al laboratorio.

-¿Realmente crees que podríamos averiguar su auténtico comportamiento?, él o ella aprenderían de nosotros y se contaminarían con nuestra cultura.

-NO- se defendió ella – porque los tendríamos (preferiría desarrollar una pareja) aislados en…

-¿En una isla, como los dinosaurios de «Jurasic Park»?- se burló él.

-¡Sí!

En vista de que Anne lo estaba desafiando, El Dr. la ignoró y volvió a su trabajo, dando por terminada la discusión con su hosco silencio.

II

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Anne en cuanto llegó a su Laboratorio de Paleo genética,  fue ir a ver al Dr. Mike Larabee, Jefe del Laboratorio de Fertilidad, para empezar a trabajar en su idea ese mismo día.

-Sí, Mike, prefiero inocular este ADN en un óvulo de chimpancé (aunque no tenga su información genética)‚ que hacerlo en un óvulo humano, es mejor crear lo que  consideren un chimpancé más inteligente, a que sea calificado de humano casi idiota -trató de bromear -¿no crees?  Por cierto, ¿estás consciente de que nadie en tu laboratorio debe saber acerca de nuestro «experimento austral»?

Examinó los matraces y las pipetas con las que estaba trabajando su colega y amigo, tratando de quitarle importancia a lo que le estaba diciendo.

El Dr. Larabee la observó un tanto divertido – Por supuesto, querida; no tengo la menor intención de ser considerado como el «científico loco» -le sonrió suavizando sus palabras, para que no se sintiera ofendida y prefirió cambiar de tema.

-Hablando de algo menos insólito, ¿ya se ocupó mi nueva asistente  de  extraer tu óvulo?

Ella negó con la cabeza.

-Bien, según mi calendario, hoy es la fecha, así que ve a que lo haga, para que lo podamos fertilizar in vitro y colocarlo en tu  útero, tan ansioso de maternidad.

Ella se enfurruñó un poco.

-No te burles, Mike, como soltera que soy y estando por cumplir los cuarenta, es lo más natural que desee tener un bebé y, ya que trabajo aquí, sería muy tonto de mi parte no aprovecharlo; así que he elegido como padre de mi hijo a uno de los científicos más grandes del milenio pasado, para que mi hijo herede su genio; gracias a los bancos de semen, no importa que haya muerto hace más de medio siglo- se levantó y recogió el expediente que había llevado para mostrarle al Dr. Larabee -precisamente, en este momento voy a ver a Liz, tu nueva y joven asistente, para que extraiga mi óvulo y lo fertilice in vitro.  Por cierto, ¿cuándo  harán  lo propio con el óvulo de la chimpancé?

-Hoy mismo, no te preocupes- la tranquilizó el Jefe del Laboratorio de Fertilidad.

Anticipándose al placer que le proporcionarían el dar a luz un bebé genio y, casi al mismo tiempo, revivir a un Australopitecus, Anne salió del laboratorio del Dr. Larabee y se dirigió al de Liz, su asistente.

A pesar de que las dos mujeres no congeniaban mucho, Anne permitió a Liz extraer su óvulo (gracias a Dios ahora el procedimiento era sumamente sencillo) y se fue a casa a descansar un poco.

III

Cinco minutos antes de las cinco de la tarde, Liz estaba ansiosa de terminar su trabajo, checar su tarjeta de salida e irse a bailar con su nuevo novio.

Usualmente, al final de cada día, ella fertilizaba y clasificaba más de 20 óvulos  etiquetando las cajitas correspondientes; ya se estaba sintiendo aburrida de hacerlo.

-John, por favor tráeme dos cajitas de Petri, ¿quieres?- gritó Liz, mientras terminaba de fertilizar y clasificar los óvulos de ese día.

John, un adolescente atarantado, caminó pesadamente hacia donde se guardaban las pequeñas cajas de Petri, tomó dos de ellas y se las dio a Liz.

-Gracias, Johnny, ya sólo me falta hacer dos fertilizaciones más y me iré a bailar con mi galán -aunque John no la escuchaba, ella seguía contándole sus confidencias -es la primera vez que voy a ir con él a un baile de primavera ¿no es maravilloso?

Sin saber acerca del experimento de Anne, Liz, siguiendo las instrucciones de su jefe, cuidadosamente fertilizó un óvulo de chimpancé, marcado «CH», con un ADN que estaba marcado «AUST», lo colocó en una cajita de Petri y estaba a punto de etiquetarla con los mismos códigos, cuando sonó el teléfono.

Acomodándose la larga y oscura cabellera atrás de la oreja, contestó  -¿bueno? … ­¡hola  mi  amor!-  se  iluminó su cara -Estaré lista en un minuto, te encuentro a la salida.

Colocó el auricular en su sitio, rápidamente fertilizó el óvulo de Anne con el semen de un gran científico y apresuradamente escribió AM+AE en una etiqueta y llamó a John, mientras se quitaba la bata blanca y se arreglaba el cabello y el vestido.

-Johnny querido, ¿me harías un favor? -sin esperar respuesta le dio instrucciones -etiqueta esas dos cajitas, la de la izquierda con la etiqueta CH+AUST y la otra con la que dice AM+AE; las etiquetas ya están escritas, sólo pégalas a las cajitas, ¿sí?

John la siguió con la mirada mientras ella corría a la puerta y, con su sexi y atractiva imagen  aún en la mente, que lo hacía darse cuenta de que la primavera acababa de empezar, hizo lo que ella le había pedido.

A su debido tiempo, el óvulo fertilizado de Anne fue colocado en su matriz y el lapso del embarazo empezó su cuenta regresiva, un día antes de que Mike implantara el óvulo Australo/chimp en la matriz de la chimpancé, para, por fin, llevar a cabo el inusual experimento de Anne.

Conforme pasaban los días y las semanas, Anne se emocionaba más y más  por su experimento con el Australo/chimp y, por supuesto, con su futuro bebé-genio.

IV

La primera semana de diciembre Anne fue al hospital a checar a mamá chimp, como la llamaba cariñosamente, y para que Mike le hiciera a ella uno de los últimos exámenes antes de la fecha de su parto.  Mike iba a atender los dos nacimientos y Anne estaba segura de poder asistir al alumbramiento de mamá chimp antes de dar a luz ella misma.

-Mike, ¿cuando ser  posible hacerle la primera prueba de IQ a mi bebé?- preguntó mientras el Dr. Larabee la examinaba.

-Paciencia, no comas ansias -rió el Dr.- todo a su tiempo, madre del futuro genio- se burló cariñosamente.

Anne un poco enfurruñada se levantó de la mesa de observación, se vistió y se retiró a su casa, a seguir tejiendo chambritas para su bebé e ilusiones acerca de su éxito científico debido al Australochimp, como había dado en llamarlo.

Unos días antes de Navidad, cuando Anne, el Dr. White (un poco a regañadientes) y el Dr. Larabee estaban en el quirófano esperando ansiosamente el tan anhelado nacimiento del Australochimp, Anne empezó a sentir las primeras contracciones previas a su propio parto, pero decidió quedarse, ya que Mike estaba empezando a practicarle la cesárea a mamá chimp, y ella todavía tenía tiempo, antes de su propio alumbramiento, para ver a su tan esperado Australopitecus bebé.

Mientras duró la cesárea, los tres científicos aguardaban expectantes.

Finalmente, ante los asombrados espectadores, Mike sacó el bebé fuera del vientre de mamá chimp.

El Dr. White casi se muere.

Anne se desvaneció,  cayó al suelo y empezó con el trabajo de parto.

Mike casi soltó al bebé.

V

Mary y Laura, las únicas dos enfermeras presentes en la cesárea de mamá chimp, también asistieron a Anne cuando empezó a dar a luz a su tan ansiado bebé-genio. 

Anne sonrió mientras volvía a perder  la conciencia antes de que empezara la cesárea dispuesta rápidamente por el Dr. Larabee, que temía que el bebé se viera afectado por las emociones sufridas por su madre en tan cruciales momentos.

Después de los alumbramientos, las dos enfermeras colocaron en sus respectivas cunas al hermoso, blanco, rubio y normal bebé, así como  al peludo, feo y extraño.

Aún estaban mudas cuando Laura colocó al bebé rubio con su madre en su aislada habitación, atrás del laboratorio y Mary ponía al otro en los brazos de su mamá , mientras ella aún permanecía semiinconsciente.

A pesar de que las dos enfermeras ayudaron y vieron todo lo ocurrido en los dos alumbramientos, ambas sentían que había algo extremadamente equívoco y aberrante en la situación y no podían creer lo que habían visto con sus propios ojos.

VI

En la mejor habitación del hospital, Mary, aún pasmada por lo ocurrido, volvió a tomar en sus brazos al peludo y sollozante bebé Australopitecus y observó atentamente a su medio anestesiada madre.

Mary no lo sabía, pero el experimento de la Dra. Anne McIntosh había sido un perfecto éxito:

Justo a principios del siglo XXI, ella misma había dado a luz a un bebé Australopitecus… de su propio vientre!

***

Puebla, Pue., Octubre 25 de 1999.

***

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

foto Angel Sosa

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MILEVA MARIC Y ALBERT EINSTEIN

Por Silvia Eugenia Ruiz Bachiller ver (c) abajo

Mileva Maric, colaboradora en la Teoría de la Relatividad de Einstein
Mileva Maric, colaboradora en la Teoría de la Relatividad de Einstein

EL DETERMINISMO EN EL DESTINO DE LAS MUJERES

Esposa y madre… Las pocas mujeres que podían escapar a esta especie de determinismo histórico en los albores del siglo XX y lograban acceder a una formación académica o científica estaban condenadas a desarrollar su carrera   a la sombra de sus maridos (con la quizá única honrosa excepción de Marie Curie[i]).

Tan asumido tenía su rol Mileva Maric, la única mujer de su promoción en el instituto Politécnico Federal de Zúrich, que en una carta que dirige a su amiga Helene Kaufer comenta satisfecha: “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido”.

El trabajo no era otro que La Teoría de la Relatividad y su compañero era Albert Einstein.

Pero solo pasará a la historia el genio de aspecto despistado de melena blanca y encrespada. Muy pocos rendirán tributo a esta matemática que puso soporte a una de las teorías que revolucionó el mundo de la Física.

BIOGRAFÍA DE MILEVA MARIC

LUGAR DE NACIMIENTO Y ESTUDIOS

Nacida a finales de 1875 en Titel (Serbia) en el seno de una familia acomodada, su paso por el Instituto de Sremsja Mitrovica, que contaba con un completo laboratorio, decantará su vocación por la Física y las Matemáticas. Sus notas le permiten ingresar en el muy elitista Colegio Real de Zagreb, donde fue la única mujer en asistir a clases de Física, y le llevará a estudiar Medicina durante un semestre en la Universidad de Zúrich.

Albert Einstein cuando trabajaba en la Oficina de Patentes
Albert Einstein cuando trabajaba en la Oficina de Patentes

Afincada en Suiza, Mileva cambiará sus intereses académicos e ingresa en el Instituto Politécnico (1896), donde conocerá a Albert Einstein y se enamorará de él.

Completará su formación con estudios de Teoría de Números, Cálculo Diferencial e Integral en la Universidad de Heidelberg, Alemania.

A pesar de su impresionante talento, no consiguió pasar el examen final de su licenciatura en Física-Matemáticas y cabe preguntarnos ¿en realidad no lo pasó o no la pasaron por ser mujer?

EINSTEIN Y MILEVA MARIC SE CONOCEN Y SE ENAMORAN

Mileva Maric y Alberto Einstein a finales de Siglo XIXl
Mileva Maric y Alberto Einstein a finales de Siglo XIXl

Mileva Maric y Albert Einstein se conocieron en la Universidad Politécnica de Zürich a finales del siglo XIX.

Maric era la única mujer que estudiaba matemáticas y física en aquella universidad. En 1896 iniciaron una relación sentimental y Einstein estaba fascinado por la intensa colaboración intelectual que recibía de parte de su compañera serbia. A la única persona que disgustaba aquella relación era a la madre del genio, una alemana misógina y xenófoba, que nunca vio con buenos ojos a la serbia: “Ella es un libro igual que tú, pero lo que tú necesitas es una mujer. Cuando tengas 30 años, ella será una vieja bruja”.

MILEVA NO PUDO TERMINAR SUS ESTUDIOS

Aunque Mileva fue una sobresaliente matemática, nunca logró terminar formalmente sus estudios, pues el matrimonio la obligó a abandonar definitivamente la universidad y la física; en cambio Albert pudo defender su tesis doctoral en 1905. Para 1908, Einstein consiguió finalmente un puesto de profesor en la Universidad de Berna. En cuanto a Mileva, se convirtió en ama de casa ¿o esclava de la casa?

Mientras ella cuidaba de sus hijos y renunciaba a la ciencia, Einstein desde su puesto académico tuvo el tiempo suficiente para concluir sus estudios y desde luego para desarrollar la teoría, de la que se sabe ahora, que el crédito no era del todo suyo. En esa pareja de físicos alguien tenía que cuidar a los niños, alguien tenía que lavar y preparar la comida; y ése fue el papel que Einstein y la sociedad patriarcal asignaron a Mileva, quien subordinó todas sus aspiraciones a las necesidades de sus hijos, a los objetivos de su esposo y puso todos sus conocimientos a su servicio.

«Mi gran Albert ha llegado a ser célebre, físico respetado por los expertos que se entusiasman por él. Trabaja incansablemente en sus problemas. Puedo decir que sólo para eso vive. Tengo que admitir, no sin vergüenza, que para él somos secundarios y poco importantes», escribía Mileva a unos amigos. Einstein a su vez admitía: «Nuestra vida en común se ha vuelto imposible, hasta deprimente, aunque no sé decir por qué».

MILEVA Y EINSTEIN TIENEN UNA HIJA, ÉL SE ALEJA

En enero de 1902, un acontecimiento marcaría profundamente la relación de la pareja. Mileva dio a luz a una hija, Lieserl, cuando Mileva y Albert aún no estaban casados, de esta hija se sabe muy poco, sólo que la entregaron en adopción o murió de escarlatina, según se deduce de una carta de Einstein de septiembre de 1903. Después del nacimiento de la niña, la actitud de Einstein cambia y se aleja de su compañera adoptando una actitud distante y fría.


MILEVA Y ALBERT SE CASAN

Mileva Maric y sus hijos,
Mileva Maric y sus hijos,

En 1902, Einstein se trasladó a la ciudad de Berna, Suiza, donde consiguió empleo en una oficina de patentes. Tras cinco años de convivencia, Albert y Mileva terminaron casándose en enero  de 1903 y tuvieron a su primer hijo, dentro del matrimonio,  Hans Albert Einstein, en mayo de 1904.  El segundo hijo, Eduardo, nació en Zurich en julio de 1910.

Aunque contrajeron matrimonio, la vida de pareja se centró casi exclusivamente en la colaboración profesional, y la de Mileva, además, en el cuidado de los dos hijos frutos del matrimonio, uno de ellos con problemas mentales, al que después dieron en adopción.


DIVORCIO DE MILEVA Y ALBERT.  AUTORITARISMO DE EINSTEIN

Albert_Einstein_(Nobel)
Albert_Einstein_(Nobel)

Con el paso del tiempo la relación se tornó disfuncional. Ella ya no le resultaba divertida a Einstein y tampoco contaba con el tiempo para aportar nuevas ideas ni conocimientos.

Las “Reglas de conducta” que Albert Einstein le impuso por escrito en 1914 son una cruda muestra de su autoritarismo y, a su vez, del machismo y violencia sicológica que ejerció en contra de Mileva:

REGLAS DE CONDUCTA

“A. Te encargarás de que:

1.Mi ropa esté en orden,

2.Que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación,

3.Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.

B. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales. En especial no solicitarás que:

1.Me siente junto a ti en casa,

2.Que salga o viaje contigo.

C. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto conmigo:

1.No deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello,

2.Deberás responder de inmediato cuando te hable,

3.Deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuanto te lo diga.

D. Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.”

Con este tipo de imposiciones obviamente que las cosas no funcionarían nunca, por lo que los Einstein terminaron separándose en 1914.

Einstein se fue a Berlín en 1914, mientras Mileva se quedó en Zurich con sus hijos; después de vivir cinco años separados,  Einstein y Mileva se divorciaron el 14 de febrero de 1919.

EINSTEIN SE VUELVE A CASAR

Elsa Einstein, prima y segunda esposa de Albert Einstein
Elsa Einstein, prima y segunda esposa de Albert Einstein

Einstein volvió a casarse en 1915 con una de sus primas (en primer grado por lado materno y segundo grado por el lado paterno), Elsa (Löwenthal)[ii] Einstein, quien también era divorciada y tenía dos hijas.

El aún desconocido físico, un año después dio a conocer su famosa Teoría General de la Relatividad que Mileva había preparado.

Elsa fue la mujer sumisa que Einstein buscaba, pues en total sumisión supo mantenerse a prudente distancia, dedicada al hogar y facilitándole el trabajo de investigación. Su doméstica obediencia llegó hasta aceptar organizarle la agenda y restringirle el número de visitantes que aspiraban hablar con él, a medida que crecía su fama.

De los hechos se desprende que Einstein nunca necesitó una esposa sino una sirvienta, nana de sus hijos y secretaria, y que no quiso formar una pareja científica ni conceder crédito alguno en su teoría a su ex esposa Mileva. Quizá por eso, de alguna manera le pagó por su aporte, al otorgarle el dinero que ganó por el Premio Nobel de Física.

COLABORACIÓN DE MILEVA CON EINSTEIN

Hasta que abandonó los estudios en 1901 -y luego mientras duró su matrimonio-, fue una estrecha colaboradora de Einstein, como refleja una carta del propio Einstein donde afirma que espera acabar pronto su trabajo en común (con Mileva) sobre el “movimiento relativo” del éter.

MILEVA MARIC ERA MEJOR MATEMÁTICA QUE ALBERT EINSTEIN

Como sea, la pareja estaba flechada porque ambos hablaban el mismo lenguaje: ella le dio clases de matemáticas (que nunca fueron el fuerte de Einstein), preparaban juntos sus exámenes y compartían el mismo interés por la ciencia y por la música. Einstein le escribió en 1900: “Estoy solo con todo el mundo, salvo contigo. Qué feliz soy por haberte encontrado a ti, alguien igual a mí en todos los aspectos, tan fuerte y autónoma como yo”.

Los amigos de la pareja definen a esta mujer como a una diosa.  “Tanto nos impresionaban sus conocimientos matemáticos y su genialidad. Los problemas matemáticos sencillos los resolvía mentalmente en un instante, y no tardaba más de dos días en aquellos que ocupaban varias semanas a los más hábiles especialistas. Y para resolverlos siempre encontraba vías originales y propias, las más cortas. Le resolvía (a Einstein) todos los problemas matemáticos. Resultaba desconcertante lo buena matemática que era” (Dr. Ljubomir Bata Dumic).

DESARROLLO CONJUNTO DE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD ESPECIAL

En sus ratos libres, Einstein desarrolló, entre otras cosas, la Teoría de la relatividad especial que habría de revolucionar la física moderna. Los frutos de su trabajo fueron publicados en 1905, en la -en aquel entonces- prestigiosa revista Annalen der Physik.

Portada de de Anales de la Física
Portada de de Anales de la Física

Un ejemplar de «Anales de la Física»

Cuando se le preguntaba a Mileva por qué no firmaba los artículos que elaboraba junto a su esposo, su respuesta era: «Wir sind ein Stein!» (Somos Einstein), que en alemán significa “somos una piedra”.

Existen varias cartas del noviazgo en las que Einstein le pide aclarar información,  debate  con ella  el por qué de sus ideas de la relatividad (de ella) e inclusive se refiere a “nuestra teoría” y le da un trato de colega.

A partir de estas evidencias hay estudiosos, como el investigador E. H. Walker, que concluyen que las ideas fundamentales de la teoría de la relatividad fueron de Mileva Maric, quien no pudo continuar con su carrera puesto que se hizo cargo del cuidado de los hijos, uno con retraso mental, lo que desde luego le exigió más cuidados maternales.

CLÁUSULA LEGAL SOBRE PREMIOS POR LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD

Un detalle bastante revelador aportado por la feminista alemana Senta Trömel-Plözt es que, cuando Albert y Mileva se separaron oficialmente en 1919, el documento del divorcio incluyó una cláusula de que, en caso de recibir Einstein algún premio por los artículos publicados en 1905 en los Annalen der Physik, debía entregárselo íntegramente a Mileva. ¿Tenía la esperanza Mileva que ese trabajo revolucionaría al mundo? ¿Cómo pudo saberlo si no fue parte del mismo? Es claro que ella fue la autora del mismo.  Fue en los años de su vida conjunta, hasta 1914, cuando nacieron las obras más importantes de Einstein, por lo que algunos creen que el papel de su mujer era significativo y definitivo, sobre todo en matemáticas, materia en la que alguna vez brilló en su Facultad.

EL PREMIO NOBEL, SÓLO PARA EINSTEIN

Mileva pagó con creces el destacar en un mundo de varones misóginos, pues ni la Academia Sueca, ni siquiera Einstein, compartieron los honores del Nobel. Hasta ocho años después del divorcio, el Einstein tuvo el gesto de reconocer indirectamente la coautoría o aportación de su descubrimiento, al otorgarle íntegramente la aportación económica del premio Nobel (legalmente debía hacerlo, pues había una cláusula al respecto en el acuerdo de divorcio).

Algunos biógrafos del Nobel mencionan que Einstein impuso a Mileva, por escrito, una serie de obligaciones conyugales que la marcaban definitivamente como esposa y madre sumisa y obediente al genio.

MILEVA MARIC UNA GRAN MATEMÁTICA, ADEMÁS DE ABNEGADA ESPOSA Y MADRE.

Mileva Maric, después de divorciada vivió algunos años en Berna, encerrada en su casa entregada al cuidado de su hijo.

Ella compró el departamento con el dinero del Premio Nobel que debió ganar ella junto con Einstein.

Mileva vivió hasta el último de sus días en Zúrich, en ese departamento con vista a la facultad en la que estudió junto con Einstein.

Murió sola y olvidada en Zúrich en 1948.

Este post sobre Mileva Maric es un homenaje a esas miles, millones de abnegadas esposas y madres, que han sacrificado sus sueños, carreras e ideales, porque el instinto maternal y el amor han sido más fuertes que el estatus, sus ambiciones y sus sueños.

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© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller

Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación, regresiones a vidas pasadas, con temas como psicología, PES, sueños, tantra, kundalini, iniciaciones, brujería, esoterismo, arqueología, etc.Tu y Yo Siempre, novela romántica

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ENLACES RELACIONADOS

http://mqciencia.com/2011/05/31/mileva-maric-el-deber-y-la-devocion/

http://mqciencia.com/2011/05/31/mileva-maric-el-deber-y-la-devocion/

http://astrojem.com/mujeres/milevamaric.html

http://en.wikipedia.org/wiki/Elsa_Einstein

Algunos datos tomados de un eMail de Carlos Alberto Bassi


[i] Marie Curie (Varsovia, Zarato de Polonia, 7 de noviembre de 1867Passy, Francia, 4 de julio de 1934), fue una química y física polaca, posteriormente nacionalizada francesa. Pionera en el campo de la radiactividad, fue, entre otros méritos, la primera persona en recibir dos premios Nobel, la única persona en haber recibido dos premios Nobel en distintas especialidades, Física y Química, y la primera mujer en ser profesora en la Universidad de París.

[ii] El apellido paterno de Elsa era Einstein, pero lo cambió al casarse con su primer esposo, Max Löwenthal, luego lo recuperó al casarse con Albert Einstein