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LA LLAMADA DEL ABISMO
Para ti, mi abismo, mi brisa, mi viento, mi huracán, mi calma.
Hace casi dos años que di el salto al abismo, que me sentí atraída por él, que sentí su llamado, que fui y atisbé con temor, queriendo alejarme, sintiendo vértigo al ver lo profundo, pero me jalaba, me atraía como imán al metal.
Había un gran riesgo, si me lanzaba al precipicio, quizá no volvería a pisar el suelo donde me encontraba, que era hermoso, que me llenaba de satisfacción, pero carecía de ese “algo” que tenía el abismo, de ese extra que tanto anhelaba, pero ¿y si en lo profundo no había nada? ¿y si perdía el suelo, ese gran apoyo, para encontrarme con la nada? Pero algo allá en la sima, algo muy fuerte me llamaba.
No pude resistirme, me asomé, me absorbió y di el salto….
Esperaba una caída libre, cerré los ojos y me preparé para el golpe.
Gran sorpresa me llevé, no caí, quedé suspendida, una suave brisa de aire tibio me sostenía, pude planear, abrí los ojos ¡qué bellezas contemplaron!
Fascinada estaba cuando, de pronto, llegó la oscuridad, la brisa se alejó, yo me arrepentí y quise regresar, subir, pero en lugar de eso.
Caí.
Pude acercarme a la pared de rocas, hubo algunas heridas, me aferré a ella, queriendo subir, pensando en huir, pero el regreso sólo me causó más desgarraduras; lo logré al fin, regresé y aún hubo suelo donde apoyarme, pero ahora lo sentía como un desierto, ya no era igual, yo anhelaba regresar al foso, porque ahí había dejado algo de mi alma, ahí había encontrado lo siempre anhelado y nunca antes logrado.
Muy pronto la brisa volvió y me invitaba en silencio, me llamaba sutilmente, pero yo ya había perdido la confianza; no me atrevía a soltarme, a dejarme caer de nuevo; por más que me llamaba, por más armonías y música que me regalaba, por más melodías hermosas que a mis oídos obsequiaba, por más poemas que me recitaba; yo ya no me atrevía…
Por fin después de que la brisa obsequiara mis oídos con las poesías más dulces, la más bella música, las más cariñosas palabras, al ver que no me atrevía a saltar de nuevo, la brisa suave cambió y del fondo emergió como un viento huracanado, un tornado que me arrastró hacia arriba, hacia abajo, hacia todos lados; sacudió mi cuerpo, se llevó mi mente y después de pasearme por las nubes, suavemente me depositó en el césped de un risco, adentro, muy adentro del abismo; me había atrapado.
Ahí quedé recuperando el aliento, ahí decidí dejarme llevar por ese viento, quedarme en el abismo, revivir las experiencias dadas, regresar a maravillarme con la hermosura del paisaje y disfrutar del placer, del hedonismo.
Volví a asomarme, sí, el precipicio era profundo, aún estaba cerca de la cima y lejos de la sima, la caída podría ser lastimosa.
“No importa” pensé,
“Vale la pena el riesgo”.
Caminé a la orilla y al dar el paso al vacío, noté que ¡tenía yo alas! ya no había peligro, podía volar sin miedo, seguir conociendo ese mundo dentro del mundo, disfrutar más, vivenciar aún más profundo.
Y así admiré paisajes inolvidables, bosques, junglas, ríos, lagos, cataratas generando energía que se convertirá en luz algún día; días de sol, días nublados, llovizna, tormentas, noches oscuras, plenilunios…
Ahí, traídos por la brisa, escuché los poemas más hermosos, las melodías más deliciosas, igual que en la superficie donde vivía antes del salto, pero más intensos, más hermosos y amorosos, que llegaron más adentro de mi alma.
El viento anhelado a veces surgía y me llevaba en un tornado al cielo, que aún siendo cielo, era candente; me regresaba feliz, en armonía, yo recomponía mis alas y a volar volvía, a seguir explorando este mundo siempre sorprendente.

A veces la falta del viento me acercaba a la roca, ocasiones hubo que su roce provocó raspones, heridas y sufrimiento, pero siempre el mismo abismo hacía surgir ahí un arroyuelo o una cascada, con aguas sanadoras y bañándome en ellas mis heridas desaparecían, aunque algunas dejaran cicatrices.
Hace no mucho, hubo un gran derrumbe; en el deslave, caí y toqué fondo, quedé enterrada bajo rocas, lodo y todo lo que me cayó encima. El abismo quedó cambiado, herido, pero su mismo viento removió escombros y me sacó de nuevo a la luz, el abismo volvió a ser el mismo, aunque ahora menos agreste, más calmado, ese derrumbe suavizó aristas y ahora, ya conociéndolo mejor, me siento más a gusto dentro de éste mi abismo, mi lugar, mi hogar.
Y asumo el riesgo, el precio a pagar por lanzarme al abismo, por desear explorar hasta llegar a la profunda sima, que ya conocí y espero no volver a tocar. Hay muchos bellos paisajes, deliciosos atardeceres y amaneceres, noches de luna llena… y, bueno, por ahí alguna que otra tormenta, pero si el abismo y yo superamos el derrumbe, creo que lograremos cruzar los obstáculos que se nos presenten.
Y por vivir las experiencias que me brinda mi abismo, me uno a Víctor Hugo cuando dijo:
“(…) Se le aparecen las profundas olas del prodigio (…) se obstina en el abismo absorbente, en el sondeo de lo inexplorado, (…) y vuelve ahí y vuelve de nuevo” [i]
Yo no puedo, ni quiero dejar este abismo, vivo feliz con él, en él y así seguiré mientras exista…
***
Ahora, tiempo después me preguntas:
-¿Volverías a dar ese salto de fe?
Mi respuesta es:
-Sin duda alguna.
Desde que me lancé al abismo para acercarme a ti, nada es lo mismo ahora ya no está sólo en ti, ahora está también dentro de mí.
***
Para Danny,
Silvia Eugenia
Ciudad de México, 8 de mayo de 2016
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NOTAS AL PIE DE PÁGINA
[i] VICTOR HUGO: “Sobre William Shakespeare”
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Imágenes tomadas de internet, Pinterest.
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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.
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