La Flor de Muerto o Cempasúchil



Español: Altar tradicional de día de muertos en Milpa Alta, México DF. (Photo credit: Wikipedia)
La ofrenda es ese ritual colorido donde el individuo y la comunidad están representados con su dádiva; es un acto sagrado, pero también puede ser profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana.
Ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino. Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria.
La ofrenda del Día de Muertos es una mezcla cultural donde los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl). La ofrenda, tal y como la conocemos hoy, es también un reflejo del sincretismo del viejo y el nuevo mundo. Se recibe a los muertos con elementos naturales, frugales e intangibles -incluimos aquí las estelas de olores y fragancias que le nacen a las flores, al incienso y al copal-.
La ofrenda de muertos debe tener varios elementos esenciales. Si faltara uno de ellos, se pierde aunque no del todo el encanto espiritual que rodea a este patrimonio religioso.
Cada uno de los siguiente elementos encierra su propia historia, tradición, poesía y, más que nada, misticismo.
La fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso. En algunas culturas simboliza la pureza del alma.
También se puede colocar un aguamanil, jabón y toalla por si el ánima necesita lavarse las manos después del largo viaje.
El elemento de purificación, sirve para que el cuerpo no se corrompa, en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año.
Los antiguos mexicanos utilizaban rajas de ocote. En la actualidad se usa el cirio en sus diferentes formas: velas, veladoras o ceras. La flama que producen significa «la luz», la fe, la esperanza. Es guía, con su flama titilante para que las ánimas puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su morada. En varias comunidades indígenas cada vela representa un difunto, es decir, el número de veladoras que tendrá el altar dependerá de las almas que quiera recibir la familia. Si los cirios o los candeleros son morados, es señal de duelo; y si se ponen cuatro de éstos en cruz, representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa.
El copal era ofrecido por los indígenas a sus dioses ya que el incienso aún no se conocía, este llegó con los españoles. Es el elemento que sublima la oración o alabanza. Fragancia de reverencia. Se utiliza para limpiar al lugar de los malos espíritus y así el alma pueda entrar a su casa sin ningún peligro.
Son símbolo de la festividad por sus colores y estelas aromáticas. Adornan y aromatizan el lugar durante la estancia del ánima, la cual al marcharse se irá contenta, el alhelí y la nube no pueden faltar pues su color significa pureza y ternura, y acompañan a las ánimas de los niños.
En muchos lugares del país se acostumbra poner caminos de pétalos que sirven para guiar al difunto del campo santo a la ofrenda y viceversa. La flor amarilla del cempasuchil (Zempoalxóchitl) deshojada, es el camino del color y olor que trazan las rutas a las ánimas.
Los indígenas creían que la cempasúchil era una planta curativa, pero ahora solo sirve para adornar los altares y las tumbas de los difuntos. Por esta razón se dice que a lo largo del tiempo la flor fue perdiendo sus poderes curativos. Flor de cempasúchil significa en náhuatl «veinte flor»; efeméride de la muerte.
Entre los múltiples usos del petate se encuentra el de cama, mesa o mortaja. En este particular día funciona para que las ánimas descansen así como de mantel para colocar los alimentos de la ofrenda.
Lo que no debe faltar en los altares para niños es el perrito izcuintle en juguete, para que las ánimas de los pequeños se sientan contentas al llegar al banquete. El perrito izcuintle, es el que ayuda a las almas a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al Mictlán.
El ofrecimiento fraternal es el pan. La iglesia lo presenta como el «Cuerpo de Cristo». Elaborado de diferentes formas, el pan es uno de los elementos más preciados en el altar.
Se relacionan con el tzompantli. Los golletes son panes en forma de rueda y se colocan en las ofrendas sostenidos por trozos de caña. Los panes simbolizan los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se ensartaban.
Del recordado sugiere el ánima que nos visitará, pero este debe quedar escondido, de manera que solo pueda verse con un espejo, para dar a entender que al ser querido se le puede ver pero ya no existe.
Para obtener la libertad del alma del difunto, por si acaso se encontrara en ese lugar, para ayudarlo a salir, también puede servir una cruz pequeña hecha con ceniza.
Pueden colocarse otras imágenes de santos, para que sirva como medio de interelación entre muertos y vivos, ya que en el altar son sinónimo de las buenas relaciones sociales. Además, simbolizan la paz en el hogar y la firme aceptación de compartir los alimentos, como las manzanas, que representa la sangre, y la amabilidad a través de la calabaza en dulce de tacha.
Con pollo, gallina o guajolote, es el platillo favorito que ponen en el altar muchos indígenas de todo el país, aunque también le agregan barbacoa con todo y consomé. Estos platillos son esa estela de aromas, el banquete de la cocina en honor de los seres recordados. La buena comida tiene por objeto deleitar al ánima que nos visita.
Se puede incluir el chocolate de agua. La tradición prehispánica dice que los invitados tomaban chocolate preparado con el agua que usaba el difunto para bañarse, de manera que los visitantes se impregnaban de la esencia del difunto.
Las calaveras de azúcar medianas son alusión a la muerte siempre presente. Las calaveras chicas son dedicadas a la Santísima Trinidad y la grande al Padre Eterno.
Es para que recuerde los grandes acontecimientos agradables durante su vida y se decida a visitarnos.
Sirve para que al llegar el ánima hasta el altar pueda expiar sus culpas pendientes.
El altar puede ser adornado con papel picado, con telas de seda y satín donde descansan también figuras de barro, incensario o ropa limpia para recibir a las ánimas.
La ofrenda, en sí, es un tipo de escenografía donde participan nuestros muertos que llegan a beber, comer, descansar y convivir con sus deudos.
En la mayoría de los hogares campesinos, de extracción mestiza o indígena, y aún entre algunas familias urbanas, el 31 de octubre se elabora la ofrenda dedicada a los niños o “angelitos”. Sus ánimas llegan el día primero de noviembre para nutrirse de la esencia y el olor de los alimentos que sus padres les prepararon.
En el altar de los “angelitos” la comida no debe condimentarse con chile, porque les haría daño. Es imprescindible que las flores y los candelabros sean blancos, pues este color simboliza la pureza de estos inocentes difuntos.
A los niños muertos se les ponen dulces de alfeñique, pasta elaborada con azúcar, con este material se fabrican figuras de animalitos, canastitas con flores, zapatos, ánimas y ataúdes.
En otros lugares, los altares se adornan con juguetitos de barro pintado con colores alegres; así cuando lleguen las ánimas de los difuntos “chiquitos” podrán jugar tal como lo hacían en vida.
Todos los altares cuentan con panes en miniatura, pues es sabido que a los niños les gusta mucho, al igual que las tortillas, la fruta y el dulce de calabaza.
Es característico que todos los elementos que conforman el altar de los “angelitos” estén elaborados a una escala reducida. Ninguno es grande, ni pueden ponerse objetos que pertenezcan a los altares de los adultos. De ser así, los niñitos se enojarían, se pondrían tristes y no comerían lo ofrecido.
Algunos datos tomados de:
http://www.cdi.gob.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=563
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«el conjunto de creaciones basadas en la tradición de una comunidad cultural expresada por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de una comunidad en la medida en que reflejan su identidad cultural y social.»
Son algunas de las muchas formas de patrimonio inmaterial.
Es considerado como un depósito de la diversidad cultural y la expresión creativa, así como una fuerza motriz para las culturas vivas.
La UNESCO alienta a las comunidades para identificar, documentar, proteger, promover y revitalizar ese patrimonio, puesto que pueden ser vulnerables a las fuerzas de la globalización, la transformación social y la intolerancia.
Esta festividad mesoamericana del Día de Muertos, fue distinguida por la Unesco el 7 de noviembre de 2003 como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, La distinción fue porque la Unesco considera que esta festividad es:
«…una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país.»
También se destaca en el documento de declaratoria:
«Ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados, desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad…»
además de:
«…aunque la tradición no está formalmente amenazada, su dimensión estética y cultural debe preservarse del creciente número de expresiones no indígenas y de carácter comercial que tienden afectar su contenido inmaterial.»
La celebración del Día de los Muertos tiene raíces mesoamericanas y festeja la memoria de los difuntos con visitas a cementerios y coloridas ofrendas en ceremonias y rituales sincréticos entre las religiones del México antiguo (y América) y el cristianismo traído por los españoles.
Ver también:
https://serunserdeluz.wordpress.com/2013/09/01/el-dia-de-muertos-en-mexico/
https://serunserdeluz.wordpress.com/2013/08/29/dia-de-muertos-una-tradicion-en-mexico/
http://2012profeciasmayasfindelmundo.wordpress.com/2013/08/20/michoacan-mexico/
https://serunserdeluz.wordpress.com/2013/09/07/la-muerte-¿a-donde-vamos-cuando-morimos-1/
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Imágenes tomadas de internet, Pinterest o de los enlaces relacionados.
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http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_Muertos#Patrimonio_de_la_Humanidad
El día de los fieles difuntos (en México Día de Muertos) es una festividad católica que se lleva a cabo el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que aún se encuentran en estado de purificación en el Purgatorio.
Sin embargo, el “Día de Muertos” es una celebración mexicana sincrética, que amalgama las festividades del catolicismo que trajeron (impusieron) los españoles a partir de la conquista, con las costumbres religiosas de los aztecas y otros pueblos mesoamericanos anteriores a la conquista. Este día también se celebra de manera similar en algunos países de Centroamérica y Sudamérica, como Argentina y otros, así como en ciudades de los Estados Unidos, donde reside una gran población mexicana y centroamericana.
La Conmemoración del día de los fieles difuntos popularmente llamada Día de Muertos, es una celebración cristiana
Algunas costumbres relacionadas con el día de los Fieles Difuntos, se remontan a una ceremonia druídica de tiempos precristianos. Los celtas tenían fiestas para dos dioses principales, un dios solar y un dios llamado Samhain, que era el dios de los muertos, cuya fiesta se celebraba el 1 de noviembre, el comienzo del año nuevo celta. Esta fiesta de los difuntos fue gradualmente incorporada en el ritual cristiano.
El libro “La Adoración de los Difuntos” (The Worship of the Dead) dice que las mitologías de todas las naciones antiguas están entretejidas con los sucesos del Diluvio y que una gran fiesta de los muertos en conmemoración de ese acontecimiento se observa tanto en pueblos que más o menos se encuentran en comunicación entre sí, como en otros extensamente distanciados, tanto en el tiempo, como en el espacio (esto confirma que el Diluvio sí fue universal).
Además, en casi todos celebran esta fiesta más o menos el mismo día en que, de acuerdo con el relato mosaico, tuvo lugar el Diluvio, el mes que casi corresponde con el mes de noviembre del calendario Gregoriano.
Más datos sobre el calendario Gregoriano en:
Por tanto, estas celebraciones en realidad comenzaron como una fiesta para honrar a personas que habían sido destruidas por Dios en los días de Noé. (Gén. 6:5–7; 7:11.)
La práctica religiosa hacia los difuntos es sumamente antigua, pues se remonta a la prehistoria, ya el hombre de Neandertal efectuaba ceremonias de enterramiento y tenía ritos funerarios.
Más información en:
https://serunserdeluz.wordpress.com/2011/11/14/ritos-funerarios-ancestrales/
El 2 de noviembre del año 998 (otros dicen que en 1030) el monje benedictino San Odilón u Odilo instauró, en los monasterios de su congregación, en el sur de Francia, la oración por los difuntos como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían muerto, por lo que fue llamada «Conmemoración de los Fieles Difuntos».
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son muy anteriores a la llegada de los españoles. Entre los mexicas, mayas, purépechas y totonacas hay registro de estas celebraciones mucho antes de la era cristiana.
Antes de la conquista, en Mesoamérica, como en muchas otras culturas ancestrales, la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento era común.
Las diversas fuentes prehispánicas y españolas no se ponen de acuerdo en la fecha en que se llevaba a cabo el festival que se convirtió en el Día de Muertos, ya que unas (Wikipedia y los que de ahí sólo copian y pegan) dicen que se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo, otros que la celebración duraba dos meses, pero tienen tergiversada la información de Sahagún[i] que, por otro lado, no menciona festividad a los muertos en el noveno mes del calendario azteca (“Capítulo 9 Al nono mes llamavan tlaxochimaco. El primero día de este mes hazían fiesta a honra del dios de la guerra llamado Uitzilopuchtli; ofrecíanle en ella las primeras flores de aquel año”), pero en el mes XIII “Capítulo 32 De la fiesta y sacrificios que se hazían en las calendas del trezeno mes, que se dezía tepeílhuitl” dice lo siguiente:
“(…)La cabeça de cada un monte tenía dos caras, una de persona y otra de culebra, y untavan la cara de persona con ulli derretido, y hazían unas tortillas pequeñuelas de massa de bledos amarillos, y poníanlas en las mexillas de la cara de persona de una parte y de otra; cubríanlas con unos papeles que llamavan tetéuitl; poníanlos unas coroças en la cabeça con sus penachos. También a las imágines de los muertos los ponían sobre aquella rosca de çacate, y luego en amanesciendo ponían estas imágines en sus oratorios sobre unos lechos de espadañas o de juncias o juncos. Haviéndolos puesto allí, luego los ofrecían comida: tamales y mazamorra, o cajuela hecha de gallina o de carne de perro, y luego los incensavan, echando encienso en una mano de barro cozido, como cuchara grande llena de brasas; y a esta cerimonia llamavan calonóoac. Y los ricos cantavan y bevían pulcre a honra de estos dioses y de sus difuntos; los pobres no hazían más de ofrecerlos comida, como se dixo. (…)”.
A mí me parece que es lo más cercano a las festividades aztecas del Día de Muertos y no he encontrado la fuente que dice que se hacía en el noveno mes.
Independientemente de lo comentado por Sahagún (tampoco totalmente confiable) otros investigadores nos dicen que Mictlantecuhtli junto con su esposa Mictecacíhuatl eran los dioses aztecas del inframundo y los muertos (los aztecas no tenían concepto católico del infierno); eran los dioses de las sombras y regían el mundo subterráneo o reino de Mictlán. Ejercían su soberanía sobre los nueve ríos subterráneos y sobre las almas de los muertos.
Mictlantecuhtli aparece con aspecto temible, un esqueleto con manchas amarillas para representar la putrefacción de la carne, el cuerpo cubierto de huesos humanos y un cráneo a manera de máscara, con los cabellos negros, encrespados y decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Sus animales asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl), el perro guiaba a las almas en su viaje al Mictlán.
OFRENDA DE DÍA DE MUERTOS
Existen deidades dentro de la mitología mexicana que muestran calaveras: Coatlicue, la madre de Huitzilopochtli, Miquiztli, dios de la muerte; Mictlantecuhtli, señor de las profundidades de la tierra donde moran los muertos por causas naturales y su esposa, Mictecacíhuatl, todos de aspecto cadavérico.
La Ofrenda y la visita de las almas. A partir del sincretismo de la religión cristiana y la de los aztecas, en México y muchos países conquistados por los españoles, se cree que las almas de los niños difuntos regresan de visita el día 1 de noviembre, y las almas de los adultos muertos regresan el día 2.
Para recibirlos, sus familiares y amigos van al panteón desde la noche anterior a llevarles sus ofrendas y después de que las almas de los difuntos han comido la esencia de los alimentos y bebidas de las ofrendas, los vivos se los comen en una especie de festividad que llevan a cabo ahí mismo en el panteón.
También se elaboran hermosos altares en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muerto, vasos de agua, mezcal, tequila, pulque o atole, champurrado, cigarros e incluso juguetes para las almas de los niños. Todo esto se coloca junto a retratos de los difuntos rodeados de veladoras, flores de cempaxúchitl, papel picado y cualquier objeto que haya sido del gusto de los difuntos.
Algunas personas acostumbran hacer un camino de flores de muerto (cempaxúchitl) desde la puerta de su casa hasta donde está el altar a los difuntos, para guiarlos.
En México la muerte no es extrahumana ni sobrehumana, por lo tanto no se relaciona con lo macabro, su símbolo, la calavera mexicana, más bien es tomada en tono festivo, el mexicano se ríe de la muerte.
Las “Calaveras” son versos festivos que el día de muertos comentan los defectos de personajes vivos que son presentados como ya muertos, sin respeto por jerarquías sociales o por la importancia política de quienes son satirizados en el epitafio, En ellos se dice cómo murieron y en ocasiones cómo les fue después de que supuestamente terminó su vida.
Las calaveras van casi siempre ilustradas de manera vistosa, con cráneos o esqueletos. Los primeros dibujos aparecieron en 1872, creados por el litógrafo Santiago Hernández, los grabadores Manuel Manilla y José Guadalupe Posada, también iniciaron sus primeras caricaturas de calaveras.
Posada, quien logró hacer de ello una verdadera costumbre, convirtió en calavera lo mismo al presidente que al general, al periodista que al empresario, hablando con deliciosa ironía, humor y sarcasmo de las diferentes dificultades, molestia y apuros que les amargaban en el momento de su muerte.
Las calaveras son una crítica, una ocurrencia ingeniosa y satírica, como una forma de desahogarse.
Continuará en «DÍA DE MUERTOS Y PAN DE MUERTO»
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© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller
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[i] Sahagún, Bernardino de, Fray. Historia General de las Cosas de Nueva España. México, D. F.: Editorial Porrúa, S. A., 1982. y http://www.artehistoria.jcyl.es/cronicas/contextos/10961.htm