EL SR. JOHNNY

OTOÑO DE 1888,

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Por la estrecha, lodosa y oscura callejuela de Whitechapel, en Londres,  caminaba apresuradamente una joven que acababa de dejar, encerrados con candado, a sus tres pequeños niños; se dirigía al cercano Bar de Pete, volteando hacia todos lados, con miedo de encontrarse con el asesino de prostitutas que ya había matado a unas cuantas.

Al salir de su cuchitril, como todas las noches, se puso la máscara de alegría que su trabajo requería. Ésta iba sobre la otra máscara, la de maquillaje barato y exagerado, que apenas cubría el cutis de sus 20 años, aún lozano a pesar del tiempo que llevaba en esas andanzas. Mientras caminaba a su trabajo, le pareció escuchar no muy lejos a un lobo aullando a la luna llena.

Después de caminar tanto, llegó, como siempre, con los zapatos enlodados y los pies húmedos, abrió de un golpe la puerta del apestoso bar y gritó alegremente.

-¡Hola concurrencia! Rosalie está aquí.

Fue recibida con vítores y aplausos y muchos vasos se levantaron para brindar por ella, que sonriendo se dirigió al bar, se colocó atrás de la barra, se puso su delantal blanco y se alistó para servir las cervezas y el licor que le fueran solicitados.

Rosalie notó sin mucha alegría que la observaba el caballero que hacía dos noches había empezado a venir, usaba una vestimenta que quería ser elegante y que en ese ambiente más o menos lo lograba, aunque la abundancia de su pelo y barba no se lo permitía del todo. Cuando se cruzaron sus miradas, él levantó el vaso vacío y le indicó que quería más whiskey, ella sirvió una copa y se la llevó al caballero.

En el camino, se cruzó con Pete, el dueño, su odioso patrón y tío.

-Bájate el escote y muéstrale la pechuga al Sr. Johnny, que es la tercera vez que viene y hoy acaba de llegar y anda espléndido con las propinas- y al alejarse le dio la concebida nalgada con la reacción de siempre por parte de ella: apretar los ojos y los labios para no decirle un improperio al “patrón”, porque necesitaba mucho el trabajo.

Las prostitutas que trabajaban en el bar no hubieran tenido ningún problema en mostrarle al Sr. Johnny lo que éste quisiera, a eso se dedicaban, y él era menos patán que los otros, pero él sólo requería a Rosalie; únicamente quería que ella le sirviera, para manosearle lo que alcanzara antes de que ella pudiera retirarse, porque ella lo esquivaba, algo que él no entendía, pero lo hacía empeñarse más en tenerla.

Rosalie suspiró con resignación, se bajó más el escote y se acercó a la mesa del caballero que la esperaba con una siniestra sonrisa.

Alzó la vista y vio a su patrón observándola y haciéndole señas para que se agachara más y le enseñara los pechos al ahora cliente favorito. Así lo hizo.

-Buenas noches, Rosalie – con voz acariciadora.

-Buenas noches, Sr. Johnny.

-Sólo Johnny, olvida lo de “señor” y tutéame.

-Está bien, Johnny, estás servido, ¿alguna otra cosa?

-Sí, tráeme otro trago y siéntate conmigo a tomártelo, acompáñame.

-No puedo sentarme con los clientes, ‘toy sirviendo.

Él señala las otras mesas – ¿y ésas? ¿están acompañando a la clientela, no?

-Yo soy la cantinera, ellas… no- la triste verdad de que ella a veces también se prostituía, la hizo entristecer.

-Bueno, no importa, ya hablé con Pete y no tiene inconveniente, con la mirada señaló al patrón y éste le hizo una seña afirmativa a Rosalie para que se sentara con el nuevo cliente consentido del bar, después de que le hubiera dado una jugosa propina por ponerle a Rosalie al alcance.

-Ella fue a la barra y se sirvió un vaso de cerveza con la mayor cantidad de espuma posible, porque no quería que se le subiera a la cabeza, puesto que llevaba día y medio sin comer.

-¡Sírvete un whiskey, que no se diga que soy tacaño!

-Gracias, Johnny, prefiero la cerveza, pero si me quieres invitar algo más, que sea comida, hoy no me dio tiempo de comer.

-Lo que quieras, muñeca, tráete un bocadillo o uno de esos potajes que sirven aquí.

Rosalie, ni tarda ni perezosa fue a servirse algo caliente que le llenara el estómago, agradecida por poder hacerlo, ya que la noche anterior, todas las sobras de comida y pan que pudo llevarse, apenas alcanzaron para sus tres niños, que a pesar de comer tan poco estaban creciendo mucho y aunque los dos pequeños heredaban la ropa del respectivo hermano mayor, el primogénito no tenía de quien heredar los harapos, así que a ella ya le tocaba ir a la iglesia a pedir ropa para los chamacos, lo que no sabía, era cómo iba a pagar la renta de su cuartucho, ya que su hombre, acababa de abandonarla.

Mientras Rosalie se servía y regresaba con Johnny, de las otras mesas ojos envidiosos la observaban. Lizzie y Mary, sentadas en la mesa contigua a la de Johnny, atendiendo a dos borrachos no pudieron aguantarse y comentaron.

-¿Y ésta por qué tiene trato especial? – dijo Mary, siguiéndola con la vista, mientras acariciaba la pierna del hombre con quien estaba.

-Si eres sobrina del patrón y tienes 20 años, te tocan los mejores fulanos- dijo Lizzie limpiándose la espuma de la cerveza con el dorso de la mano y dándole un beso lleno de cerveza a su cliente en turno.

-Pero mira, que conseguirse a ese tipo, dicen que es médico, llega en carruaje y ve cómo se viste y ella se da el lujo de hacerse la difícil, jajaja – dijo Mary, quien después de una despreciativa mirada hacia Rosalie, se volvió a ocupar del parroquiano que estaba atendiendo, le dio un beso y le preguntó.

-¿Me invitas otra cerveza, papacito?

Lizzie se quedó pensando: “si es médico, ¿será por eso que huele a sangre?”, pero ya no dijo nada y siguió atendiendo al hombre que la tenía sentada en sus piernas.

Rosalie llegó a la mesa con su plato y sin más preámbulos se sentó a devorar el potaje con grandes pedazos de pan. El caballero la observaba divertido, “si tiene tanta hambre, será presa más fácil”, pensaba; no concebía que ésta se le resistiera, cuando cualquiera de las otras rameras se iban con él a la primera invitación, pero por eso era que más la deseaba, más se le antojaba.

Cuando Rosalie terminó de comer agachada sobre el plato, se incorporó y lo miró a los ojos.

-Gracias, Johnny.

-De nada, preciosa, para eso estoy, para cumplirte todos tus caprichos –. Al escuchar esto, ella se retrajo un poco – Ahora ven, sírveme otra copa, pero aquí, cerquita –dijo él con el vaso en la mano.

Rosalie se levantó, tomó la botella y le sirvió otra copa, el olor que él despedía la repelía, olía peor que los otros borrachos, pero se acercó de todos modos. Sus compañeras le decían que se daba el lujo de elegir con quien se iba, porque tenía el trabajo de mesera que le dio su tío, las otras meretrices no tenían esa ventaja; pero esta vez, el tío se lo había ordenado, así que tenía que hacerlo.

Johnny la tomó por la cintura y la sentó en sus piernas, mientras con la otra mano hurgaba dentro de la escotada blusa. Ella se revolvía tratando de zafarse, pero él la tenía bien sujeta y empezó a besarle los pechos que tanto se le antojaban. Rosalie, al no ver otra escapatoria, le arrojó el whiskey del vaso a los ojos.

-Maldita ramera – gritó Johnny, soltándola y tratando de secarse los ojos, lo que ella aprovechó para salir corriendo, chocando con el patrón en su camino hacia la puerta. Éste sin saber qué había pasado, no la detuvo, porque fue a atender al cliente que gritaba y pataleaba con su pierna propia y con la de palo golpeteando en el piso.

En cuanto se secó los ojos, Johnny salió corriendo tras de Rosalie, sin hacer caso de Pete, que no entendía lo que había pasado mientras él estaba en la trastienda.

Rosalie corría desaforadamente, empujando a quienes se le atravesaban. Corrió un buen trecho, llegó a su casa y quiso entrar, pero recordó que había dejado las llaves del candado atrás del mostrador, así que siguió su carrera, sin fijarse que se estaba internando en la más tenebrosa y peligrosa zona del barrio, aunque por ser noche de luna llena no se veía tan lóbrego.

Tres prostitutas le cerraron el paso, no iban a permitir que viniera una extraña y para mayor peligro, joven y hermosa a invadir su territorio. Rosalie les rogó.

-¡Por favor! ¡déjenme pasar!, me viene persiguiendo un fulano.

-Pues que te alcance, pero en otro lado perra, aquí no entras.

Una nube cubrió la Luna llena, dejando todo a oscuras y mientras discutían, Rosalie escuchaba cada vez más cercano el “toc… toc… toc” de la pata de palo de Johnny; se hincó a pedirles compasión, pero ellas se negaban y en eso llegó él, la tomó del brazo levantándola casi en vilo y dijo con una sonrisa a las rameras.

-Gracias hermosas damas, por detener a mi amada, se portó mal y debo castigarla –con su otra mano sacó tres monedas, que entregó, una a cada una, a la vez que preguntaba.

-¿Por otra moneda, alguna de ustedes, mis apreciables damitas, podría proporcionarme un lugar para castigar la travesura de mi niña?

Rosalie trataba de zafarse gritando y pataleando, pero infructuosamente, él la tenía bien agarrada.

Mimí, la mujer de en medio, la mayor y más harapienta, le arrebató la moneda.

 

–Pos sígueme, mi casa est’aquí enfrente, puedes usarla toda la noche, si gustas.

 

Le abrió la puerta, los dejó entrar y mientras Rosalie seguía luchando por zafarse, Mimí la cerró con una carcajada.

Esa noche ya no tendría que trabajar y además podría emborracharse a placer. Tomó a las otras dos del brazo y se encaminaron al bar más cercano, todas felices por la noche de descanso que tenían delante.

Desde el cuchitril en el que estaban luchando Johnny y Rosalie, se escuchaban gritos de mujer y gruñidos, pero en ese lugar no era extraño cualquier clase de ruidos y escándalos, así que nadie lo tomó en cuenta.

Antes del amanecer, cuando las tres prostitutas borrachas regresaban de su noche libre, Mimí abrió la puerta de su casa y un enorme lobo de tres patas, con el hocico ensangrentado se le echó encima, huyendo a toda velocidad.

Adentro, Rosalie yacía ensangrentada y sin entrañas…

Lo demás es historia, que aún se cuenta en Whitechapel.

*

Garmín

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© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Todos los derechos reservados.

Imágenes tomadas de internet

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21 comentarios en “EL SR. JOHNNY”

    1. Hola, muchas gracias, de hecho, la historia es de Danshaggy (Danny), yo lo desarrollé recordando lo que me dijo, la historia que me contó, le puse algo de mi parte, desarrollé los personajes, pero la historia es de él.

      Estamos experimentando con muchas formas de comunicación, ésta fue a mi memoria, y estamos empezando con la escritura automática, a ver si así podemos terminar la novela conjunta que se quedó pendiente.

      Gracias por tu comentario amiga, me da mucho gusto que te hayas sumergido en el relato.

      Abrazos de luz

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        1. Ah, eso es distinto a lo que había entendido, gracias por la aclaración.
          Aunque también hago alguna referencia a Jack el Destripador, al ubicar la acción en Whitechapel, en el otoño de 1888 y la chica, supuesta prostituta, mutilada, además, él parece ser médico y se llama John (Jack) pero creo que eso no lo puse muy claro.
          Espero que no haya lectores que primero vean los comentarios, porque se los voy a «espoilear».

          Mi intención era que al final se preguntaran ¿era el Hombre Lobo o era Jack el Destripador?… ¿Jack el Destripador era el Hombre Lobo? ¿¿??

          Abrazos de luz

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    1. Gracias mi querida amiga Mel, me halagas, aunque se supone que tiene una mezcla de dos clásicos, con algo de una hipótesis sustentable, más ficción y que el final debería haber sido sorpresa.
      No sé por cuál de los clásicos te fuiste, me gustaría saberlo.

      Está muy bien y me satisface que te haya tenido al borde del asiento, al menos ahí no le falle a Danny.

      Abrazos de luz, amiga, que estés bien.

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