UN EXPERIMENTO EXITOSO. CUENTO

 © Condiciones la final

 

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-¡Debes estar bromeando!, ¡no puedes traer nuevamente a la vida a un Australopitecus!

-¡Claro que sí puedo!

La doctora Anne MacIntosh miró desafiante a su ex maestro, el famosísimo  y casi anciano Dr. Charles White.  Ambos estaban tomando una taza de café recién hecho, para darse un descanso en su investigación paleo genética.

-Recuerdas esa película de Spielberg de finales del milenio pasado acerca de revivir dinosaurios?  Eso no era sólo ciencia ficción, sino una posibilidad científica y tú lo sabes.

-Sí, sí -respondió el maestro en tono cansado, rascándose el abundante pelo cano que lo hacía parecerse a Einstein – sé perfectamente que después de los trabajos de Pellegrino, Poinar y Hess, que inspiraron la novela de Crichton y, sobre todo, después de la película de Spielberg, ha habido muchísimas investigaciones y experimentos con el ADN encontrado en los mosquitos y otros insectos fosilizados en el  ámbar  y con el ADN de huesos pertenecientes a la era  Mesozoica ¡lo que hace una película!- movió la cabeza en total desaprobación -Por supuesto que sé, todos nosotros sabemos, que, si queremos, podemos revivir cualquier ser vivo de esa época y ésa es la principal razón de nuestras investigaciones… pero, ¿revivir a un Australopitecus? -la miró asombrado -Anne, piénsalo‚ eran casi humanos, ¿no has tomado en cuenta la ética científica?

Ella, como si no lo hubiera escuchado, insistió -la tecnología actual…

-Tecnología es una cosa, y la ética es otra; no lo olvides nunca -la regañó.

El viejo doctor en genética paleontológica observó atentamente a su antigua alumna, ahora su compañera de investigación, quien, hace mucho tiempo, en su época de estudiante, se destacaba como la primera de su clase de ingeniería genética; también era la más curiosa e inquieta; pero ahora, en su edad madura, se había vuelto cínica, ambiciosa y frustrada, conforme pasaba el tiempo y no lograba un éxito en su carrera.

Anne respondió amargamente -¡ética!, ¿por casualidad conoces a algún científico actual que sepa «con qué se come»?-dio un mordisco a su dona con chocolate, como desquitándose  con ella.

-Conozco a muchos, niña, casi todos mis maestros…

Ella odiaba que la llamara niña, como cuando era estudiante, porque sentía que la minimizaba -Por favor, Charlie- se desquitó – todos ellos están muertos.  ¿Puedes nombrar  siquiera a un científico vivo, que en este tercer milenio se comporte de acuerdo con esa ética que tú trataste de enseñar en el milenio pasado?

El Dr. Charles White permaneció silencioso.  No, en este principio del tercer milenio, no parecía haber un sólo científico que se guiara por la vieja ética (¿es que la ética tenía una «moda»?), porque lo único que buscaban era la fama, el poder, el dinero.  Después de todo, ¿qué‚ era lo que Anne le estaba proponiendo?, ¿es que la había entendido bien?

-Dime, Anne, ¿exactamente qué‚ es lo que te propones hacer?

-Es muy fácil, maestro. -aún le llamaba así cuando trataba de convencerlo de algo y se sentía en desigualdad de circunstancias -Sólo quiero desarrollar el ADN casi humano que descubrimos en la sangre de esos mosquitos hallados en el  ámbar perteneciente al período en que evolucionaron los Australopitecus y mezclarlo con el ADN que podemos extraer de los huesos de los propios Australopitecus que fueron encontrados en las cercanías. Luego, con la mezcla de ambas muestras, podemos reconstruir el ADN completo de uno de nuestros ancestros -lo miró para comprobar si lo estaba convenciendo – y luego podemos inocular ese ADN en un óvulo de una chimpancé‚ al que se le haya extraído toda la información genética, y regresarlo al útero de la madre anfitriona…­y el resto se desarrollará  por sí mismo- terminó triunfante.

-¿Y luego qué?- el Dr. White colocó su taza vacía en la mesa y se levantó un tanto dificultosamente, a causa de su artritis (lo nuevos medicamentos químicos la controlaban, pero no la eliminaban por completo) y se dirigió al laboratorio.  Prefería continuar con su trabajo a hablar de tonterías con Anne.

-Luego, sabremos cómo eran realmente; cómo se comportaban; podríamos averiguar que tan inteligentes eran; ver de que manera están relacionados con nosotros, si es que lo están… -puso más énfasis en sus siguientes palabras -¡y también podríamos ser famosos!

Anne dejó su taza, se limpió boca y manos con una servilleta y también se levantó y caminó apresuradamente para alcanzar al Dr. White y entrar junto con él al laboratorio.

-¿Realmente crees que podríamos averiguar su auténtico comportamiento?, él o ella aprenderían de nosotros y se contaminarían con nuestra cultura.

-NO- se defendió ella – porque los tendríamos (preferiría desarrollar una pareja) aislados en…

-¿En una isla, como los dinosaurios de «Jurasic Park»?- se burló él.

-¡Sí!

En vista de que Anne lo estaba desafiando, El Dr. la ignoró y volvió a su trabajo, dando por terminada la discusión con su hosco silencio.

II

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Anne en cuanto llegó a su Laboratorio de Paleo genética,  fue ir a ver al Dr. Mike Larabee, Jefe del Laboratorio de Fertilidad, para empezar a trabajar en su idea ese mismo día.

-Sí, Mike, prefiero inocular este ADN en un óvulo de chimpancé (aunque no tenga su información genética)‚ que hacerlo en un óvulo humano, es mejor crear lo que  consideren un chimpancé más inteligente, a que sea calificado de humano casi idiota -trató de bromear -¿no crees?  Por cierto, ¿estás consciente de que nadie en tu laboratorio debe saber acerca de nuestro «experimento austral»?

Examinó los matraces y las pipetas con las que estaba trabajando su colega y amigo, tratando de quitarle importancia a lo que le estaba diciendo.

El Dr. Larabee la observó un tanto divertido – Por supuesto, querida; no tengo la menor intención de ser considerado como el «científico loco» -le sonrió suavizando sus palabras, para que no se sintiera ofendida y prefirió cambiar de tema.

-Hablando de algo menos insólito, ¿ya se ocupó mi nueva asistente  de  extraer tu óvulo?

Ella negó con la cabeza.

-Bien, según mi calendario, hoy es la fecha, así que ve a que lo haga, para que lo podamos fertilizar in vitro y colocarlo en tu  útero, tan ansioso de maternidad.

Ella se enfurruñó un poco.

-No te burles, Mike, como soltera que soy y estando por cumplir los cuarenta, es lo más natural que desee tener un bebé y, ya que trabajo aquí, sería muy tonto de mi parte no aprovecharlo; así que he elegido como padre de mi hijo a uno de los científicos más grandes del milenio pasado, para que mi hijo herede su genio; gracias a los bancos de semen, no importa que haya muerto hace más de medio siglo- se levantó y recogió el expediente que había llevado para mostrarle al Dr. Larabee -precisamente, en este momento voy a ver a Liz, tu nueva y joven asistente, para que extraiga mi óvulo y lo fertilice in vitro.  Por cierto, ¿cuándo  harán  lo propio con el óvulo de la chimpancé?

-Hoy mismo, no te preocupes- la tranquilizó el Jefe del Laboratorio de Fertilidad.

Anticipándose al placer que le proporcionarían el dar a luz un bebé genio y, casi al mismo tiempo, revivir a un Australopitecus, Anne salió del laboratorio del Dr. Larabee y se dirigió al de Liz, su asistente.

A pesar de que las dos mujeres no congeniaban mucho, Anne permitió a Liz extraer su óvulo (gracias a Dios ahora el procedimiento era sumamente sencillo) y se fue a casa a descansar un poco.

III

Cinco minutos antes de las cinco de la tarde, Liz estaba ansiosa de terminar su trabajo, checar su tarjeta de salida e irse a bailar con su nuevo novio.

Usualmente, al final de cada día, ella fertilizaba y clasificaba más de 20 óvulos  etiquetando las cajitas correspondientes; ya se estaba sintiendo aburrida de hacerlo.

-John, por favor tráeme dos cajitas de Petri, ¿quieres?- gritó Liz, mientras terminaba de fertilizar y clasificar los óvulos de ese día.

John, un adolescente atarantado, caminó pesadamente hacia donde se guardaban las pequeñas cajas de Petri, tomó dos de ellas y se las dio a Liz.

-Gracias, Johnny, ya sólo me falta hacer dos fertilizaciones más y me iré a bailar con mi galán -aunque John no la escuchaba, ella seguía contándole sus confidencias -es la primera vez que voy a ir con él a un baile de primavera ¿no es maravilloso?

Sin saber acerca del experimento de Anne, Liz, siguiendo las instrucciones de su jefe, cuidadosamente fertilizó un óvulo de chimpancé, marcado «CH», con un ADN que estaba marcado «AUST», lo colocó en una cajita de Petri y estaba a punto de etiquetarla con los mismos códigos, cuando sonó el teléfono.

Acomodándose la larga y oscura cabellera atrás de la oreja, contestó  -¿bueno? … ­¡hola  mi  amor!-  se  iluminó su cara -Estaré lista en un minuto, te encuentro a la salida.

Colocó el auricular en su sitio, rápidamente fertilizó el óvulo de Anne con el semen de un gran científico y apresuradamente escribió AM+AE en una etiqueta y llamó a John, mientras se quitaba la bata blanca y se arreglaba el cabello y el vestido.

-Johnny querido, ¿me harías un favor? -sin esperar respuesta le dio instrucciones -etiqueta esas dos cajitas, la de la izquierda con la etiqueta CH+AUST y la otra con la que dice AM+AE; las etiquetas ya están escritas, sólo pégalas a las cajitas, ¿sí?

John la siguió con la mirada mientras ella corría a la puerta y, con su sexi y atractiva imagen  aún en la mente, que lo hacía darse cuenta de que la primavera acababa de empezar, hizo lo que ella le había pedido.

A su debido tiempo, el óvulo fertilizado de Anne fue colocado en su matriz y el lapso del embarazo empezó su cuenta regresiva, un día antes de que Mike implantara el óvulo Australo/chimp en la matriz de la chimpancé, para, por fin, llevar a cabo el inusual experimento de Anne.

Conforme pasaban los días y las semanas, Anne se emocionaba más y más  por su experimento con el Australo/chimp y, por supuesto, con su futuro bebé-genio.

IV

La primera semana de diciembre Anne fue al hospital a checar a mamá chimp, como la llamaba cariñosamente, y para que Mike le hiciera a ella uno de los últimos exámenes antes de la fecha de su parto.  Mike iba a atender los dos nacimientos y Anne estaba segura de poder asistir al alumbramiento de mamá chimp antes de dar a luz ella misma.

-Mike, ¿cuando ser  posible hacerle la primera prueba de IQ a mi bebé?- preguntó mientras el Dr. Larabee la examinaba.

-Paciencia, no comas ansias -rió el Dr.- todo a su tiempo, madre del futuro genio- se burló cariñosamente.

Anne un poco enfurruñada se levantó de la mesa de observación, se vistió y se retiró a su casa, a seguir tejiendo chambritas para su bebé e ilusiones acerca de su éxito científico debido al Australochimp, como había dado en llamarlo.

Unos días antes de Navidad, cuando Anne, el Dr. White (un poco a regañadientes) y el Dr. Larabee estaban en el quirófano esperando ansiosamente el tan anhelado nacimiento del Australochimp, Anne empezó a sentir las primeras contracciones previas a su propio parto, pero decidió quedarse, ya que Mike estaba empezando a practicarle la cesárea a mamá chimp, y ella todavía tenía tiempo, antes de su propio alumbramiento, para ver a su tan esperado Australopitecus bebé.

Mientras duró la cesárea, los tres científicos aguardaban expectantes.

Finalmente, ante los asombrados espectadores, Mike sacó el bebé fuera del vientre de mamá chimp.

El Dr. White casi se muere.

Anne se desvaneció,  cayó al suelo y empezó con el trabajo de parto.

Mike casi soltó al bebé.

V

Mary y Laura, las únicas dos enfermeras presentes en la cesárea de mamá chimp, también asistieron a Anne cuando empezó a dar a luz a su tan ansiado bebé-genio. 

Anne sonrió mientras volvía a perder  la conciencia antes de que empezara la cesárea dispuesta rápidamente por el Dr. Larabee, que temía que el bebé se viera afectado por las emociones sufridas por su madre en tan cruciales momentos.

Después de los alumbramientos, las dos enfermeras colocaron en sus respectivas cunas al hermoso, blanco, rubio y normal bebé, así como  al peludo, feo y extraño.

Aún estaban mudas cuando Laura colocó al bebé rubio con su madre en su aislada habitación, atrás del laboratorio y Mary ponía al otro en los brazos de su mamá , mientras ella aún permanecía semiinconsciente.

A pesar de que las dos enfermeras ayudaron y vieron todo lo ocurrido en los dos alumbramientos, ambas sentían que había algo extremadamente equívoco y aberrante en la situación y no podían creer lo que habían visto con sus propios ojos.

VI

En la mejor habitación del hospital, Mary, aún pasmada por lo ocurrido, volvió a tomar en sus brazos al peludo y sollozante bebé Australopitecus y observó atentamente a su medio anestesiada madre.

Mary no lo sabía, pero el experimento de la Dra. Anne McIntosh había sido un perfecto éxito:

Justo a principios del siglo XXI, ella misma había dado a luz a un bebé Australopitecus… de su propio vientre!

***

Puebla, Pue., Octubre 25 de 1999.

***

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© Silvia Eugenia Ruiz Bachiller

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Silvia Eugenia Ruiz Bachiller, Autora de “TÚ Y YO SIEMPRE”, novela romántica. La historia de amor de Almas gemelas, su karma, reencarnación y regresiones a vidas pasadas.

foto Angel Sosa

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13 comentarios en “UN EXPERIMENTO EXITOSO. CUENTO”

  1. MI MUY QUERIDA SILVIA, ME PARECIO EXTRAORDINARIO EL CUENTO DE CIENCIA FICCION QUE ESCRIBISTE, PERO LA VERDAD COMO TU DICES ME DEJASTE PICADO, ME ES INDISPENSABLE LEER LA CONTINUACION, PERO MIENTRAS TANTO TE FELICITO POR TU IMAGINACION, SIEMPRE TAN ACTIVA Y DEL TIPO EDGAR ALLAN POE, ESA ES MI IMPRESION, PORQUE ME IMAGINO QUE SE EQUIVOCARON AL PONER LOS TITUTOS EN LOS FRASCOS Y LOS CAMBIARON, POR ESO ME DEJASTE MUY INTRIGADO, TE FELICITO CON TODO MI CARIÑO DE SIEMPRE Y NOS SEGUIMOS ESCRIBIENDO Y LEYENDO MUTUAMENTE, TU AMIGO DE SIEMPRE, MANUEL

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